viernes 14 de
diciembre de 2007
Esfinge
Supongo que cualquiera que me lea sabrá de sobra todo el rollo ese de la Esfinge. De todas formas, por si las moscas, voy a recordarlo un poco que nunca viene mal. El caso es que la Esfinge era un monstruo, más o menos como el de la foto, que se había instalado en una cueva a la entrada de Tebas para hacer la vida imposible a los tebanos. Cuando oía que alguien se acercaba, salía a su encuentro, le ponía el enigma y si no le acertaba se lo comía. Como nadie daba con la respuesta correcta la Esfinge no paraba de engordar. La verdad es que los tebanos estaban que ya no podían más. Se decía que el dichoso monstruo había sido puesto allí por el rey de una ciudad próxima que andaba muy encabronado porque el rey de Tebas le había raptado a uno de sus hijos del que estaba perdidamente enamorado, inventando así. de paso, el amor contranatura. Bueno, esta represalia tendría hoy día una prensa fatal. No te digo, ya, en Chueca.
Y así estuvieron los tebanos, padeciendo desgracias sin fin, hasta que un día la Esfinge le salió al paso a un joven que se acercaba. Venía de una ciudad lejana a donde le habían mandado de niño por cuestiones de tipo supersticioso -que si un oráculo había dicho que de mayor mataría a su padre y chorradas así-, y por el camino había tenido algunos contratiempos notorios, siendo el más conocido aquel de un tipo que se le cruzó delante y pretendió impedirle el paso. Bien, al joven le costó, pero acabó liquidando al tipo que, ¡oh, casualidades de la vida!, resultó ser su padre. Ya habrán caído en la cuenta, me figuro, de que el joven en cuestión no era otro que Edipo. Así que, Edipo se acercaba, la Esfinge le salió al paso y, siguiendo su costumbre, le puso el enigma sin dejar entre tanto, evidentemente, de segregar jugos gástricos. Pero, como no hay enigma que cien años cueste desentrañarlo, fue Edipo y contestó correctamente, ante lo cual, la Esfinge desesperada, fue y se tiró por un precipicio. Y los tebanos, en agradecimiento, proclamaron a Edipo como su rey. En fin, todo el mundo sabe lo que pasó después, pero esa es otra historia que no viene ahora a cuento.
Sí, pero, ¿cuál era el enigma? se estará preguntando más de uno, siempre y cuando se dé el caso improbable de que esta disquisición tenga más de un lector. Inmediatamente se lo digo, pero antes déjenme acercarme a ello por medio de algunos circunloquios que pienso pudieran venir como de molde para el fin propuesto. Así es que venía yo ayer de regreso de Madrid y, tengo que confesarlo, me sentía molido. No podía con mi alma. Visitas, deambular por la ciudad, en fin, todo eso que se hace cuando uno va a la capital. Lo había pasado bien, había acumulado recuerdos sin duda interesantes, y, en algún momento, también, había sentido un cierto desasosiego, como cuando husmeando por las librerías de la Cuesta Moyano o paseando por El Retiro no me quedó más remedio que constatar que yo era uno más de entre esas mesnadas de jubilados que todo lo invaden. Que lo invaden, quiero añadir, con total naturalidad. Casi, me atrevería a decir, con un punto de chulesca naturalidad. Total, que rumiando tales recuerdos me hallé, de pronto, en Palencia, en donde me había sido forzoso parar para trasbordar a otro tren. Tenía por delante una hora y pico de espera. Pensé gastar ese tiempo dando una vuelta por la ciudad, pero había anochecido, hacía un frío siberiano y, por si eso fuese poco, sonaba por todas las partes el soniquete baboseante de los villancicos. No, me dije, mejor me voy a la estación y me siento en el vestíbulo. Y para allí me dirigí. Entre en el vestíbulo, eché una ojeada y entonces fue cuando, como un fogonazo, se me vino a la cabeza, la Esfinge, el enigma, Edipo y la madre que les parió a todos aquellos viejos que bastón en mano ocupaban sin dejar resquicio todos y cada uno de los bancos del calefactado vestíbulo.
Y ahora, sí, les pongo ya el enigma de la Esfinge: ¿cuál es el animal que primero usa cuatro patas, luego dos y después tres? Bien, si no dan con la respuesta, tranquilos, que yo no les pienso comer. Pero conviene dar con ella.
viernes 21 de
diciembre de 2007
Atrapados
No sé si es mejor considerarlo un thriller de Hitchcock
o una comedia de Ferreri. Lo que, en
cualquier caso, es evidente, es que estas entrañables fechas se están
convirtiendo en un verdadero comecocos
para cada vez mayor número de personas. Y este año, más. Porque dicen que
empieza a escasear la harina. Y entonces va un ministro y dice: pues para Noche
Buena, en vez de cordero, conejo. Y el pueblo llano, que dicen que es sabio,
pero para mí, que lo que es, es vicioso, va y le contesta: comeremos conejo,
sí, pero después de cenar cordero. En fin, que seremos pobres, pero hay que ver
todo lo que nos reímos.
El caso es que andaba ayer de compras por un super
de Aguilar y escuchaba a dos señoras en
derrotada conversación: "no, si por mi fuese, no hacía nada, pero..."
"sí, no queda más remedio que transigir", "acaba una reventada y
nadie te lo agradece", "ya sabes como son los hijos",
"todos los años igual y no aprendemos". Me vine para casa pensando en
aquello de "y tanto placer había/ en quejarse, un sabio decía". Y
mientras colocaba los precocinados en la
nevera, me decía que, en realidad, con los adelantos que hay hoy en día, hasta
lo de las Navidades está chupado. Y entonces
fue la señora que me limpia la casa la que dijo: "¡tengo unas ganas de que
pase todo! Ya me dice mi marido: a mi me pones unos huevos fritos con patatas
que es lo que más me gusta, pero vienen las hijas...". Y yo con lo mío,
para mis adentros: "que a trueco de quejarse/ habían las desdichas de buscarse."
Bueno, a lo
mejor esta tendencia mía a quedarme sólo con la copla amarga de lo que por ahí
se canta en estos días es la consecuencia natural de aquellos polvos que
enturbiaron mi anodina infancia. Pocos recuerdos tan lejanos y vivos como el de
aquella Noche Buena que celebrábamos en casa de unos tíos -cinco años, acaso
seis, tendría-, en la que me acometió una tristeza incontenible en medio de la
ceremonia. Tristeza a la que no puedo ahora encontrar otra causa que la natural
frustración ante las expectativas exageradas de felicidad que por lo que fuere
se habían instalado en mi tierno cerebro. Encerrado en mi mismo, inapetente,
destilando lágrimas de amargura, mi sombría presencia se adueño de todo el
ambiente y a mis padres no les quedó más remedio que adelantar el fin de fiesta
y largarse con toda su prole para casa. Y nada de aquel incidente, supongo,
hubiese transcendido hasta apoderarse con fuerza de mi imaginario si no hubiese
sido por la machacona insistencia con la
que, después, año tras año, fue recordado con minuciosa pormenorización en la tediosa cena de marras.
No comprendo, la verdad, el porqué de tanta insistencia. Quizá, visto desde la
distancia, les resultaba gracioso. Pero a mí nunca dejó de joderme la alusión. Y ahí, quizá, está la
clave: que lo sabían y querían utilizarlo para ponerme un rejón, o más bien
pica, que humilla más, y, por tal, bajarme unos humos que acaso considerasen
excesivos para mis capacidades. En fin, ya digo, aquellos polvos, estos lodos,
putas celebraciones... en general....more honour´d in the breach than the observance.
sábado 29 de
diciembre de 2007
Paquete
Recuerdo haber escuchado, hace ya bastantes años, una curiosa anécdota sobre las habilidades adivinatorias exhibidas por un eminente radiólogo americano de nombre Fraser, o algo por el estilo. Pues bien, resulta que este venerable señor tenía entre otros cometidos el de participar junto otros médicos en el reconocimiento de los soldados de reemplazo que cada año acudían a filas para defender la patria y todo eso. Bueno, todo el mundo ha visto en alguna película como es esa ceremonia: se sitúa el tribunal de galenos a un lado y los soldados van pasando por delante en fila india y tal como Dios les echó al mundo. Así, a simple vista, siempre y cuando se sea medianamente avisado, se pueden tomar no pocas notas que luego influirán en la valoración final de las capacidades del aspirante. Y en esas estaba el doctor Fraser cuando, muy de vez en cuando, y como el que no quiere la cosa, decía: dextrocardia. Todos le miraban como a un bicho raro. La dextrocardia, además de ser una alteración de la situación de las vísceras muy rara, exigía para su diagnóstico, cuando menos, una exploración táctil o acústica, del afectado. A simple vista, decían todos, imposible saber, pero, luego, una vez hechas las correspondientes exploraciones, resultaba que sí, que el soldado en cuestión tenía el corazón a la derecha. ¡Leches!, decían entonces, ¿cómo lo adivinará?, ¿qué secreto nos oculta?. Tardó en desvelarlo porque era un guasón y le gustaba jugar, pero, cuando cantó, resultó ser una perogrullada. Los hombres tienen el corazón del lado del testículo que cuelga más hacia abajo. Ahora, ya, todo el mundo sabe eso. Y por eso sabemos también que Sarkozy tiene el corazón a la izquierda. Porque también se sabe que el paquete, por pura cuestión de funcionalidad, carga del lado del huevo que más cuelga. O sea, que a Sarkozy, como a los toreros -toguegos, que dicen sus paisanos-, no necesitamos verles desnudos para saber de qué lado tienen el corazón porque, ellos, exhiben la mercancía con desparpajo. A la mercancía viril, me refiero.
Qué tiempos estos, Fabio, los que nos está tocando vivir. El mismísimo Presidente de Francia, de la superrequeteferolítica Francia, sí, cual un Maki Navaja cualquiera, marcando paquete por las calles mientras le soba la braguita a una jay de postín. Si esto no es la modernidad que tan ansiosamente esperábamos que venga Dios y lo desmienta. Oye, tío, aquí son dos días, y el que puede, pilla, y el que no puede, critica. De esta forma corre el mundo y debemos alegrarnos que así sea ya de una vez por todas. Y roguemos a todos los dioses con la máxima devoción para que nunca demos marcha atrás y volvamos a los tiempos en que las cosas eran más o menos como ahora son, pero se gastaban millones de energías para que pareciese lo contrario.
Pues, sí, señores, nada de extraordinario, como en el secreto de la dextrocardia, el de la modernidad reside en el paquete de Sarkosy, que bien a la vista está que le carga a la izquierda. O sea, como dicen que lo hace el corazón de la chorba de las braguitas negras con puntillas.
En fin, perdonen el desvarío, pero es que estas Joyeuses fêtes me tienen de los nervios.
lunes 7 de
enero de 2008
El pecado
Hace mucho que procuro no recomendar cualquier cosa que sea. Más que nada, no lo hago, por aquello de que lo recomendado "de pelo cuelga". Y, a Dios gracias, añadiría yo, porque, si nos tomásemos en serio todos los consejos y recomendaciones que nos lanzan desde todas las esquinas del universo, apañados estaríamos de tanto provecho como íbamos a sacar de la vida. Esto se iba a parecer al paraíso comunista y, francamente, por ahí mejor no pasar. Se imaginan: todos buenísimos y pensando siempre en procurar felicidad al prójimo. Y al que no se deje, leña al mono.
El caso es que, sin ánimo alguno de proselitismo, Dios me libre, quiero decirles que pocas veces he disfrutado tanto de la lectura como cuando cayó en mis manos un libro escrito por el señorín que aparece en la foto que encabeza esta entrada. El libro en cuestión se titula "El quadern gris". "El cuaderno gris", en español. Es una especie de diario de las peripecias vividas por el autor cuando tenía veinte y veintiún años. Ameno, poético, picante, en fin, lo que quieran, pero sobre todo maduro. No me lo podía creer, ¿pero esto lo ha podido escribir alguien que sólo tiene veinte años?, me preguntaba una y otra vez a medida que avanzaba por las páginas. Luego, bastante después, cayó en mis manos por azar un opúsculo que desfacía el hechizo. En realidad estaba escrito por una persona entre los cincuenta y sesenta, utilizando como base unas notas tomadas cuando sólo era un chaval. Así cualquiera, me dije de entrada, pero pronto caí en la cuenta de que cualquiera no: sólo unos pocos de mente privilegiada son capaces de extraer de las experiencias comunes de la vida semejantes conclusiones.
Así que, si no les importa, cerraré el círculo de estos desvaríos con una de esas mentadas conclusiones que creo venir muy a cuento de esa plaga hombres buenos que amenaza con sumirnos a todos en la más horrenda de las felicidades:
"El estado permanente del hombre es el pecado (lector: no precipites, por favor, el comentario). En la vida -me parece- se puede aceptar este hecho o tener alguna pretensión de pureza. Pero salir del pecado es imposible. Tan imposible como salir de la injusticia. Si uno trata de salir del pecado, pueden ocurrir dos cosas: no acabar de salirse por la atracción del pecado o creer que se ha salido sin ser verdad, sin ser cierto y convertirse, entonces, en un ser falso e hipócrita, capaz de hacer cualquier barbaridad en nombre de la pureza fingida. Considerarse siempre un pecador siniestro puede dar una cierta esperanza de llegar a la humildad y la discreción. Espero que esta convicción no me abandonará en el curso de mi vida. Es la única esperanza que tengo. "
sábado 12 de
enero de 2008
Massagetaes
La cosa se está poniendo muy fea, así que, una de dos, o nos exprimimos el coco o se nos viene abajo el chiringuito. Al chiringuito de la vida muelle me refiero, al que ya estamos tan habituados que nos parece algo absolutamente natural y debido, más que nada, a nuestra cara bonita. Pues sí, fea, fea, fea, de tanta competencia como va surgiendo por aquí y por allá, que ya nadie se los pisa y, quién más, quien menos, se las ingenia para encontrar una veta de oro, o un nicho de empleo, con los que instalarse en el dólar.
Así que, nada, cantemos todos juntos el ¡Viva España! de reciente creación y pongámonos después a trabajar en lo que nos concierne. O sea, buscar la forma idónea para poder seguir viviendo como reyes pegando el menor sello posible y, por descontado, sin tener que romper codos que, así, cualquiera. Veamos: descartada la invención de sofisticados artilugios por el alto coste en desgaste de codos que, ya digo, no es lo nuestro, ¿qué nos queda? Está claro, lo nuestro por antonomasia: el turismo. Analicemos. Guaridas en la costa para que vengan los jubiletas del norte a vivir medio en pelotas sus últimos años. Eso, me temo, ya ha tocado techo y empieza a dar inequívocos signos de mugrienta degradación. ¿Turismo sexual, entonces? Bueno, de eso algo sabemos desde que, como consecuencia de la independencia de Argelia, vinieron los pied noirs a montar la más tupida red de puticlubs nunca hasta entonces conocida por toda la costa mediterránea, de Cabo Creus a Gibraltar. Y ahí siguen, con género de importación -colombianas, rusas, ucranianas, nigerianas, filipinas...-, pero nada que hacer frente a potencias emergentes que ofertan por dos perras los tiernos coñitos de sus adolescentes y las duras pollas de sus mancebos. Desde Tailandia a Filipinas, pasando por el Caribe, un largo etcétera de posibilidades adobadas, encima, por la erotizante imagen de los cocoteros a linea de playa de finísimas arenas y turquesas aguas. Lo tenemos chungo: así no hay quién compita.
No desesperen que quedan posibilidades. ¿Turismo del denominado cultural? Bien, podemos enseñar la Alhambra, El Escorial, y otras cuantas maravillas rodeadas por lo general de ambiente bullanguero y todo tipo de basuras. Porque, a qué engañarse, simpáticos y tal, puede que sí, pero cultos, lo que se dice cultos, los españoles, nada de nada. Sólo hay que cruzar los Pirineos, dar unos cuantos pasos hacia adelante, y ya empiezas a notar la diferencia y caer en la cuenta de porqué los españoles, ya digo, cualquier cosa, pero cultos no. Así que, mejor olvidarse de una opción para la que carecemos de la necesaria materia prima. Y más cuando, a los que nos rodean, parece sobrarles.
Ya está, ya lo tengo, lo llamaremos turismo de emociones fuertes. Los encierros de toros, la tomatina de Buñol, no sé, se me hace que ya no conmueven a nadie que no sean cuatro zoquetes que además van en alpargatas. Ni un duro a la vista por ese lado. No interesa. Lo que necesitamos es dar un producto inédito a gente forrada que por lo general ya ha probado de todo, pero quiere superase sin poner en peligro el pellejo. Bueno, bueno, ya vamos adentrándonos por una ruta con posibilidades. Muchas posibilidades. Bien, busquemos pues el susodicho producto inédito. Aceptemos que debe tener el marchamo inmarcesible de la tradición. Y además de la tradición más arcaica. Sí, ¿pero dónde encontrar eso? Está todo tan trillado. Ya, de acuerdo, pero que falta hace buscar si podemos inventar. Imaginación no nos falta. Aquí tiene un ejemplo salido del magín de mi querido amigo y colega Jacobus Japónicus. Ya ven, una cosa original y lo suficientemente bestia como para despertar el interés de los más hastiados de vicio: esnifar cenizas de muerto. Pura transustanciación.
Y ya que de transustanciaciones vamos, recurrir a los clásicos, a Herodoto concretamente. Cuenta de una tribu, los massagetaes, que el día de la fiesta del poblado asaban, entre otras carnes, las de sus viejos que, así, culminaban una vida exitosa al poder traspasar de esta forma su espíritu a los comensales. Bueno, los massagetas no sólo tenían esta curiosa costumbre, también gustaban danzar alrededor de un fuego cuyo humo tenía la virtud de embriagarles. Por no hablar del sabio hábito de compartir esposas: cuando a alguno le apetecía yogar con alguna, sólo tenía que llegarse a su casa y colgar el carcaj en su puerta; si a ella le apetecía, ale, a darle a la manivela. ¿Se imaginan las mesnadas de turistas adinerados que acudirían si nos decidiésemos a montar una tradición con estos ingredientes?
En fin, ya sé que todo lo que acabo de decir suena extravagante, pero extravagante es el mundo que nos rodea y hay que seguir viviendo. En cualquier caso, yo, cual Guillermo Brown, sólo intentaba ayudar.
lunes 21 de
enero de 2008
Ornamento
y delito.
Ya saben que hay pocas cosas que me fastidien
más que lo de ponerme en plan culto. Y no por nada, sino porque la raya que
separa esa actitud de la pedantería es tan fina que suelen ser muy pocos los
mortales que alcanzan a percibirla. Y, francamente, si lo de hacerme el culto
me fastidia, lo de tener conciencia de haber ejercido de pedante me abate. Pero
bueno, hoy me voy a arriesgar y que sea lo que Dios quiera.
El caso es que hace más o menos un siglo se juntaron en Viena un puñado de tíos francamente notables por la clarividencia con la que se adelantaron al resto de los mortales en todo lo que tiene que ver con la percepción de la realidad y su justa interpretación. Fue una de esas raras coincidencias de las que, salvo en la Atenas de Pericles, no se me alcanza que haya habido otras parecidas por su trascendencia. Por cierto, si alguien tiene interés por este asunto puede acudir a " La Viena de Wittgenstein" de ALLAN JANIK, STEPHEN TOULMIN. En fin, a lo que iba, que entre ese puñado de sabios había un arquitecto de nombre Adolf Loos que tuvo la osadía de ponerse a analizar esa cosa que tanto le gusta al personal consistente en poner adornos y hacer jeribeques por todas las partes. Plasmó sus opiniones en un libro memorable cuyo titulo "Ornamento y delito" ya da pistas de lo que se cuece en sus páginas.
Pues bien, ejecutado ya el alarde de erudición, paso a contarles que el otro día, dos meses o así hará, paseaba yo en compañía de Pedro y Maite por la recién restaurada Plaza Mayor de Herrera. Ellos, por profesión e historia personal de viajeros empedernidos-Pedro es colega de Adolf- tienen sobrados motivos para opinar con autoridad sobre las características y organización de un espacio público. Bien, pues puedo asegurar que no escatimaron elogios a la plaza. Criticaron ligeramente algunos detalles de la restauración, pero, en su conjunto, les encantó. Para que se hagan una idea, la plaza que ellos vieron fue la de las dos fotos de arriba. Ahora, si no les importa, compárenla con la plaza que se ve en las dos fotos de abajo. Así es como está desde las Navidades. Creí que la decoración sería pasajera, con motivo de las entrañables fiestas, pero no, la cosa va de durar hasta que la muerte nos separe. Ya digo, el ornamento convertido en delito. Al menos eso es lo que con estas u otras palabras vinieron a opinar Isi y Gelo - otros finos intérpretes de lo cotidiano- cuando hace un par de días cruzamos por allí, camino de la pitanza. En fin, ustedes mismos: observen, comparen y, después, si les apetece, opinen.
También yo diré la mía que, confieso, para empezar se la tomo en préstamo a Loos: "El arte dominante es la decoración auspiciada por el Estado que se plasma en los ropajes de la sociedad y en el mobiliario, lo que supone un gran retroceso debido a que no aumenta la alegría de vivir del hombre culto. Considera la eliminación del ornamento algo propio y consecuencia de la evolución de la Humanidad, por lo que, su aplicación es un paso atrás evolutivo. El “ornamento contemporáneo” –es decir, aquel ornamento realizado por arquitectos y artistas contemporáneos- se debe a su utilización por los “rezagados”, aquellos hombres que no son modernos y viven y tienen los gustos del pasado, éstos retrasan la evolución cultural de los pueblos y de la humanidad. El ornamento no es, por tanto, un producto natural de nuestra civilización, algo con futuro o pasado, con relación con la actual ordenación del mundo, es algo pasajero, de moda, algo que pierde su valor al cabo de los años."
Esto por un lado. Por otro, apuntándose a las maliciosas interpretaciones conspirativas tan en boga, sería bien acogido por el respetable opinar que toda esa carajonería ha sido colocada ahí debido a una operación de cohecho entre las autoridades y una empresa del lugar por aquello de que todo quede en casa. Pero no, aun aceptando la plausibilidad de tal interpretación, no creo que esa sea la madre del cordero. Para mí que la extemporánea ubicación de "esas macetas que no dejan ver" es sobre todo debida a la patología tan difundida entre las clases populares acomodadas a la vez que iletradas y que se conoce como horror vacui. Miedo al vacío. El abismo y el torbellino de la angustia que te arrastra hacia él. ¡Por Dios, por lo que más quieran, pónganme asideros en los que poder agarrarme! Para más información sobre este difundido mal acudan a los manuales de patología mental.
En fin, me pregunto que cuántas generaciones de maceteros habremos de soportar antes de volver a la bella, útil y sabia, estética minimalista de los padres fundadores.
(Coda: Perdonen la mala calidad de las fotografías, pero es que entre mi pobre equipo fotográfico y la dichosa niebla que no quiere levantar...)
viernes 25 de
enero de 2008
Los
discursos de Hamburgo
Todavía tengo los pelos de punta. Es que anoche, como cualquier otra, me puse a ver la tele y, como hago siempre, acudí en primera instancia al canal ARTE. Me quedé clavao con lo que allí vi. Bueno, para ser más exacto con lo que allí escuché, porque lo visto era a propósito anodino con la finalidad de no distraer con alardes escénicos al espectador y obligarle, así, a confrontarse directamente a la retórica y a la lógica de un predicador salafista.
En realidad era una película alemana dirigida por un tal Romuald Karmakar e interpretada por Manfred Zapatka. Seguía, por lo visto, el mismo modelo que ese mismo director usó hace años para dar a conocer a los alemanes los discursos antisemitas de Himmler: un escenario vacío y un actor sentado en una silla leyendo cuartilla tras cuartilla.
Lo que anoche leyó Manfred Zapatka fue el texto integro de un par de sermones pronunciados el año 2000 por el imán Mohammed Fazazi en una mezquita de Hamburgo con motivo del final del ramadán. No deja de ser un dato curioso que entre los testigos presenciales de esos sermones se encontrasen tres de los suicidas que contribuyeron a tumbar las Torres Gemelas de Nueva York. Otro dato no menos curioso y por demás inquietante, es que esos sermones están en el mercado en discos y cassettes por todo el mundo musulmán a las pocas horas de ser pronunciados. Y, a lo que se ve, con gran éxito de ventas.
Les transcribiré algunos extractos del discurso del imán:
"Cualquiera que desprecie aunque sólo sea un versículo del Corán es un infiel"
"Cualquiera que participe en la guerra contra el Islam expresando sus opiniones, ejerciendo su talento intelectual, por medio de canciones, de una obra de teatro o de una serie televisiva, o que presente a los musulmanes de una manera deformada u ofensiva, ese es un guerrero, y nosotros debemos matarle incluso si es una mujer o un niño.
El profeta dio la orden de matar a dos cantantes que en sus canciones hacían burla del profeta."
Sigue Fazizi su discurso con unas consideraciones sobre la conveniencia de robar lo que se pueda a los occidentales, así como, también, violar a las mujeres occidentales, ya que considera que eso en realidad es un botín de guerra tomado al enemigo. La sola reserva que hace es que en el momento antes de robar o violar debes preguntarte si te va a merecer la pena, es decir si no te va a traer más problemas que beneficios a ti y al Islam. En definitiva, que robar y violar en occidente es hallal. O sea, como Dios manda, que decimos por aquí.
El robo se justifica también por la cosa de la colonización. La colonización es un robo inicial, ergo, robar en occidente en realidad es reembolsar lo que te quitaron.
También se explayó largo y tendido sobre España y Las Canarias que fueron tierra de Islam y en las que los musulmanes hoy día tienen que padecer una educación infiel. Además están obligados a obedecer las leyes votadas democráticamente, es decir, por los hombres elegidos por el pueblo. Así que deben obedecer a sus enemigos, cuando el Islam les obliga a no obedecer sino a Alá.
Bueno, no sigo porque me temo que siendo prolijo acabas por convertir cualquier asunto en chiste. Y no me parece el caso. Pero les dejo aquí unas direcciones por si alguien quiere profundizar en el conocimiento de lo que se cuece a la vuelta de nuestras esquinas:
http://fr.youtube.com/watch?v=jlZK0ZwwTD...
http://www.dailymotion.com/video/x1s8dz_...
http://www.dailymotion.com/video/x1s9p8_...
http://www.dailymotion.com/video/x1saio_...
http://www.dailymotion.com/tag/algerie+f...
http://www.dailymotion.com/video/xblax_o...
En fin, çe la vie. Después de la peli hubo debate. Bien, nos pudimos enterar de lo que ya sospechábamos: que este tipo de discursos son bastante banales y muy frecuentes en todos los países occidentales. Lo dijo un iraní que no sé tomó la molestia de explicarnos qué entendía él por banal. Posiblemente algo distinto de lo que entiendo yo. También hubo un tipo que dijo que no todos los musulmanes eran así. Menos mal, pensé para mí.
En cualquier caso y tomando siempre las cosas por el lado beneficioso, regocijémosnos de que los medios públicos de Francia y Alemania se hayan decidido a levantar el velo de esa realidad siniestra que a pesar de tanto dolor de cabeza como ha dado y da, parecía, por aquello de no irritar a la fiera o yo qué sé, como si no existiese.
Y no puedo terminar este tenebroso discurrir sin dedicar un cariñoso recuerdo a nuestro querido Presidente y su vanguardista Alianza de Civilizaciones. Porque señores, tengámoslo claro, a este personal o se le convence con buen rollo o no hay nada que hacer.
miércoles 30
de enero de 2008
Se
cambia poco
Que el mundo en lo esencial no cambia, Fabio, es cosa por la que no merece la pena gastar saliva en demostrar. Desde que el hombre es hombre... perdón, y la mujer, mujer, sabemos que siempre ha tenido la obsesión de ir un poco más allá para descubrir posibles paraísos, de dominar a los de su entorno para sentirse más seguro, de inventar artimañas para utilizarlas en propio beneficio, de justificar, en fin, sus debilidades como si fuesen gracias con las que, sin perjudicar, por supuesto, faltaría más, a nadie, salpimentar la propia vida.
¡Jo! Qué aburrido. Ya está todo dicho y sólo nos resta tumbarnos a la bartola a esperar los previsibles acontecimientos. Pues sí y no. Sí, porque hagamos lo que hagamos de nada va a servir para cambiar el desenlace final. No, porque el que el final esté anunciado no quita para que las formas de llegar a él sean de lo mas diversas e imprevisibles, y, por ende, fuente de inagotables cotilleos e irrisorias transcendencias que, a parte de entretener al personal, son nicho de empleo en el que abrevan ingentes cantidades de comentaristas, por así decirlo, mediáticos.
O sea que, en esas estamos, en lo de las formas y los mediáticos. Y la liga de controversias que entre ellos se traen por aquello, más que nada, de que en la variedad reside el gusto y, de paso, porque de algo hay que vivir. Bien, pues yendo al grano, resulta que mi atención de estos días ha dado en recaer en el rifirrafe que mantienen un par de esas estrellas mediáticas a causa de la fealdad de algunas mujeres.
¿Están las mujeres feas más motivadas que las guapas para acudir, por ejemplo, a una manifestación proaborto libre? Según Juan Manuel de Prada, sí. Según Elvira Lindo, no. Y ya la tenemos montada.
Juan Manuel de Prada se dio a conocer en el mundo literario siendo aún casi imberbe con un libro de relatos titulado "Coños". Bien, si no otra cosa, ese título nos da pistas para pensar que Juan Manuel sabe de qué habla cuando habla de mujeres. Y no sólo cuando de mujeres se trata: negarle habilidades de fino analista de la realidad sería caer en vicio de parte. Como de parte es su casi, diría, obstinación en utilizar la fe católica, que dice profesar, como coartada para justificar posturas de muy dudosa respetabilidad. Ya saben, todo eso de que es mentira que la tierra de vueltas alrededor del sol y muchas cosas por el estilo, de matriz vaticana.
A Elvira Lindo, que no sé si es guapa o fea, la adoro. Disfruto, por lo general, con sus artículos. Me parecen agudos, con su proporcionado toque de humor, y, muchas veces, valientes. Nacionalistas, progres, feministas, no tienen, ni mucho menos, patente de corso para ella. Y su Manolito Gafotas, una delicia. Pero -¡ay los perinquinosos peros!-, lo siento, por lo que sea, a veces se le ve por debajo la falda la patita progre en su versión corrección política.
Juan Manuel, como católico que es porque le da la gana de serlo, ve fatal que la gente, es decir, las mujeres, puedan abortar libremente. O casi. Que va contra la ley de Dios, dice. Pues bien, espera a que Dios les juzgue en su momento y mientras tanto deja a las abortistas en paz, le diría yo. Pero no, él quiere ser adelantado de sus correligionarios y por eso las zahiere sin piedad. Desde luego que lo hace, y en su descargo lo digo, con la mejor intención: la de iluminarlas en lo posible para que no vayan de patitas al infierno en el que él cree a pies juntillas. Y por tal es que las ha llamado feas y viejas, queriendo así dar a entender, supongo, que las jóvenes y guapas nunca se meterían en esa guerra.
Y ahí es, en lo de feas y viejas, donde mi querida Dña. Elvira ha entrado al trapo. Le ha parecido fatal y ha dicho lo que tenía que decir. Que si Juan Manuel tiene la boca sucia, que si desprecia a la mujer, que si tal y que si cual. La justa réplica al uso de unos adjetivos desafortunados, en definitiva. Desafortunados, digo, que no es lo mismo que equivocados, y ésta es la madre del cordero a dónde yo quería llegar.
Y no por nada sino porque todo esto me ha recordado a los años del jolgorio antifranquista. Proliferaban entonces como hongos los partidos políticos marginales, de carácter por lo general extremista: maoísta, troskista y así. Bien, pues cualquier feo o fea, y con granos en la cara por demás, sabía de sobra que pertenecer a uno de esos grupos transidos de amor cósmico era la única forma de pillar lo que realmente interesaba pillar, es decir, echar un polvo de vez en cuando. Por su parte, sabido es, también, que los guapos y guapas nunca necesitaron treta alguna para conseguir tal fin. A ellos les fue dado ese y otros muchos regalos por simple gracia divina.
Y así estuvieron, así están y estarán las cosas por siempre jamás: los feos y feas a currárselo y los guapos y guapas a qué quieres boca. Así que, bien, en este caso Juan Manuel se mostró rudamente descortés, pero no anduvo descaminado: vi las fotos de las manis proaborto libre y, efectivamente, como manda la ortodoxia, no había jovenes y guapas. Por su parte Dña. Elvira se mostró caballeresca defendiendo desvalidos, pero falló en lo que hace al núcleo sagrado de su profesión: la defensa a ultranza de la verdad. Y más, todavía, cuando es incómoda.
No me lo tomen en serio, por favor.
viernes 1 de
febrero de 2008
Informativos
Cada vez estoy más contento. Y no, como sería preceptivo, por inducción química, nada de eso, sino por la seguridad que proporciona sentirse bien informado respecto a las cuestiones fundamentales, y trascendentes, de la vida. ¿Que cómo lo consigo? Muy fácil, sólo hay que pegarse al televisor a las nueve de la noche, cuando la UNO de TVE emite su Telediario estrella. Anoche, por poner un ejemplo, de entrada nos enteramos de que los obispos son perdidamente de derechas. Ya, de paso, se aprovechó para recordar que Aznar también lleva bigote -como Hitler-. Pero no tardé en darme cuenta de que todo ello no era sino material de relleno. Lo verdaderamente importante empezó al ser informados de que las mujeres que sufren amputación de sus ovarios o úteros pierden las ganas de hacerlo. Hasta que empecé con los parches me sentía fatal, acomplejada, dijo una señora por la cincuentena. Luego el ginecólogo de turno dio, como no podía ser menos, sus aquilatados consejos. Y, para concluir el minireportaje, dijeron que los parches sólo se expiden con receta médica, pero no los paga la Seguridad Social. Tate, me dije, algún laboratorio, ¿catalán acaso?, ha lanzado el parche y ha dado el toque, y el sobre, a un directivo de la tele para que le salga barata la publicidad. Pero esto lo digo porque soy un mal pensao.
Iba ya medio telediario y estábamos metidos en harina, así que, ¿por qué salirse? Punto y seguido, supimos que la cirugía estética de las partes pudendas femeninas ha experimentado un incremento de demanda muy considerable. Por parte de las gitanas que temen no pasar la "prueba del pañuelo". Enseñaron, como de pasada, a un grupo de gitanos endomingados y una foto de familia con el patriarca sentado en el centro y apoyadas las manos en el cayado: la madre dijo que sus hijas sin problemas, G. a D.. Eché en falta, para redondear, una somera explicación de la "prueba del pañuelo", pero se ve que el regidor lo consideró innecesario. Luego añadieron que también las musulmanas solicitan con profusión esas intervenciones, pero, corrección política obliga, nada de imágenes al respecto, no vaya a ser que... Total, que, tras un par de aclaraciones sobre labios mayores y menores y el aumento de placer que se puede conseguir si se inyecta el botox en el sitio adecuado, pasamos a la siguiente noticia.
Un señor de Lugo, o así, que había considerado imprescindible para la buena salud de su honor rebanar el cuello de su señora. No recuerdo, ahora, si de remate de esta noticia salió la concienciada de turno enfatizando la necesidad de endurecer las penas a los maltratadores. A continuación vino lo de ese tío con pinta "chulo putas" que ha pedido a los padres del chaval que mató que le arreglen el coche. Reconozco que esta noticia sí que tiene gancho, porque, ¡Dios mío!, a qué grados de sinvergüenzonería está llegando el personal.
Y nada, acto seguido vino María Escario con su look puercoespín a incitar un poco a la juventud a que se desmadren por las carreteras en coches y motos. Luego, ya en plan remate, y a cuento de no sé qué, un breve paso por los desastres de la guerra civil. Y un poco de recordatorio de lo más importante entre lo dicho: lo de los obispos y el himen maltrecho de las gitanas. Y Maldonado con sus predicciones como cierre de programa.
¡Cómo para no estar agradecidos por la información recibida! Mejor que la BBC
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