martes, 12 de enero de 2016

jueves 14 de enero de 2010

The war


Una catástrofe natural se acaba de llevar por delante la ciudad de Puerto Príncipe con gran parte de sus habitantes. Es conocido que en otras partes del mundo la tierra tiembla con la misma intensidad y apenas se notan las consecuencias, pero Haití es como es y sus gentes, al parecer, gustan vivir al borde del abismo. Catástrofe natural en cualquier caso, porque la tierra tiembla o porque los haitianos son como son. No hay duda al respecto. Y donde no hay duda, para qué seguir.

Ahora bien, donde sí me surgen dudas respecto a la naturaleza de las catástrofes es cuando se trata de una de esas que conocemos como guerra. La guerra que no cesa. Aunque nadie quiera hablar de ella. ¿Y me pregunto por qué? Feo, desagradable, de mal tono. Y sin embargo los diferentes retales de nuestra historia están cosidos con guerras. Sin ellas no se entendería nada. Nada que tenga que ver con el progreso de la humanidad. Porque aunque sea duro de aceptar los catetos, ignorantes, supersticiosos y comunitaristas en general, siempre han odiado todo lo que suena a progreso. Y han tratado de lastrarlo por todos los medios a su alcance. No ha quedado más remedio que doblegarles por la fuerza, por la guerra, para poder seguir adelante en el camino hacia la libertad individual. La única meta con sentido.

Traigo todo esto a colación por varios motivos. Uno, porque los últimos Mercredis de l´Histoire de la cadena ARTE los han dedicado a The War, una serie de quince capítulos sobre la Segunda Guerra Mundial que hace especial incapié en la vida de la gente común en los pueblos de EE. UU. de donde salieron los soldados que lucharon en los diferentes frentes. Dos, porque el otro día vi en TV5 Monde un documental realizado por la BBC sobre la guerra en Afganistán. Tres, porque aquí, en nuestra querida España parece como si nadie quisiese acusar recibo de que hay numerosos compatriotas jugándose la vida en las guerras que se libran en los más diversos rincones del mundo. Por ejemplo, el nuevo periódico digital que dirige Arcadi Espada, de pago por más señas, mil tropecientas noticias sobre si Cataluña esto, Cataluña lo otro, y ni una sobre nuestros soldados en Afganistán. Todo un signo de la realidad que nos asfixia.

Y así, con esta desinformación, luego pasa lo que pasa, que "to er mundo es güeno". A España me refiero. Que en Reino Unido y Francia, los dos países cuya realidad sigo, las autoridades no paran por todos los medios a su alcance de recordar al personal que su país está en guerra. Y que eso tiene un precio. Muy alto, por cierto.

Quizá, me digo, la catástrofe, antinatural si acaso, sea no querer enterarse de que para poder vivir como nos gusta vivir a casi todos, conviene que haya alguien que se dedique a matar talibanes.

 

 

 

 

sábado 16 de enero de 2010

Aviso para navegantes


No es que a uno le guste ir de cenizo por el mundo, pero hay lo que hay y conviene andar avisado que, como dijo el poeta, la flecha cuando se la ve venir hiere menos.

He vivido bastante en Cataluña y he podido ver allí con mis propios ojos los enormes silos en donde se acumulan las gigantescas cosechas de odio hacia los españoles. Los otros españoles, para ser más exactos. Se diría que, cada año que pasa, lo cultivan con mayor sofisticación y esmero. Y, sin duda, debe de ser, supongo, por agotamiento de la capacidad de almacenaje que un medio de comunicación por lo general tan comprensivo y hasta complaciente, con los fenómenos identitarios, haya decidido publicar
este artículo de Félix de Azúa.

Bueno, poco más se podría añadir a ese artículo. Quizá rogarles encarecidamente que le echen un vistazo al "Dr. Faustus" de Tomas Mann. Si lo hacen, no sólo entenderán un poco mejor lo que están escuchando cuando escuchan música. También les ayudará a reflexionar sobre algunos asuntos muy complicados de la naturaleza humana, como ese de querer equipararse a los dioses del que nadie que no ande muy con los pies en el suelo suele verse libre.

¡Superiores! ¡Ja, ja! Les regalo esta perla de Juan Abreu.
Para mí un negro siempre ha sido un negro. Es decir una persona igual que otra cualquiera pero negra. Ubaldo, nuestro gran amigo de la infancia que terminó comunista y controlador de tráfico aéreo y fue a estudiar (es un decir) a la URSS, era negro. Un negro enorme. Nos sacaba media polla de ventaja cada vez que nos las medíamos. Coño, nos quejábamos, esto no es justo.
Para mí, dado que procedo de un país de negros, siempre un negro ha sido una persona como otra cualquiera pero negra. Pronto aprendí que no era así para el resto de mis congéneres. Esto no quiere decir que yo no sea racista, como todo el mundo. Quiere decir que uno es lo que supera. Pero todos partimos de la basura, básicamente: un ser humano es la suma de las batallas ganadas contra sí mismo. Diarias batallas. A menos batallas ganadas, más pobre y miserable uno es.
Recuerdo que Olguita no dejaba a Ubaldo asomarse y hacerse la paja junto al resto de la pandilla porque Ubaldo era negro. Olguita, en su cuarto (del que teníamos una vista estupenda desde la habitación de Rodi) se encueraba se ponía a cuatro patas y se metía una tiza en el culito primero y después el borrador de su pequeña pizarra para los ejercicios de gramática en el chochito pelón de catorce años.
Cierto que Olguita era la pija del barrio ¡siempre llevaba zapatos! y las pijas son como son. Pero ya entonces comprendí que ser negro no era lo mismo para todo el mundo.

Después me hice novio de Clarissa, una negra preciosa de boca pero qué puedo decir yo de esa boca sin rebajarla.
Nada, nada.
Clarissa. Labios menores y mayores. ¿Han estado ustedes en el Baptisterio, en las Puertas del Paraíso, en Santa María del Fiore? Pues algo así. Pero mejor, porque te la chupaba.

Hace poco conocí a un negro africano, que son diferentes de los negros cubanos, con un cuerpo de por dónde empiezo. Lo dibujaré mezclado con una modelo y trataré de atrapar la tensión, según vaya creciendo la tensión y estaré ahí para documentar lo que pase.
Y para lo que pase.

Lo que me lleva a la mezcla. Después de vivir doce años en España y de recorrer Europa de aquí para allá me parece que la solución a las estupideces nacionalistas y a la estupidez en general y a casi todos los problemas de Europa es la importación masiva de negros africanos.
Y a follar. Y a procrear.
Nada de blancos por aquí y negros por allá. Nada de guetos, a mezclarse.
A la vuelta de un par de generaciones tendríamos españoles y europeos más altos, sanos y fuertes, más ricos genética y culturalmente. Más hermosos. ¡Imaginen lo que saldría de una sevillana y un negro gigante de Gambia!

Yo creo que para la vieja Europa los negros son la salvación.

 

martes 19 de enero de 2010

Paradise Lost

 



Dice Savater que hay un adagio latino que afirma que, si los tontos volasen, oscurecerían la luz del sol. Y luego añade que, para comprobar su actualidad, basta pasarse por ciertos sitios de la Red.

Le comprendo perfectamente, porque ya se sabe de antiguo, aunque no haya adagio que lo apuntale, que opinión es sinónimo de situación. Y como la situación económica de Savater, que supongo holgada, proviene mayormente de sus derechos de autor, nada tiene de extraño que opine que lo de bajarse gratis los productos culturales de la Red sea una ordinariez de funestas consecuencias para la creación.

Bien, para empezar, lo del "gratis total" que le achacan los que están en contra de las descargas es una verdad a medias. Porque, para descargar "gratis total", tienes que, primero, ir a la tienda y comprar un ordenador. Segundo, contratar una banda ancha. Tercero, pagar los antivirus. Y la electricidad, mantenimiento, etc.. Y aprender a manejarte, que lleva tiempo, y el tiempo es oro.

Por otra parte, lo que comentaba el otro día con Juan. Porque Juan está preocupado por el asunto por razones parecidas a las de Savater. Cobra derechos de autor. Pero, además, Juan tiene una empresa que da servicios a través de internet. O sea, que se supone que conoce el medio. Y por eso le decía yo: vamos a ver, Juan, lo de si esta bien o mal lo dejamos de momento y nos centramos en si es posible o imposible controlar las descargas. Porque si es imposible controlarlas o sumamente caro hacerlo, todo lo demás huelga por razones obvias. Tu conoces el medio, ¿es posible controlar las descargas?

Bueno, yo he visto unos cuantos programas en los que trataban del asunto del control de internet en países como Irán o China. Y es complicado. El gobierno cierra páginas y el personal se inventa subterfugios -proxis, lo llaman- que las vuelve a abrir. Una guerra perdida para las autoridades.

Sí, se pueden cerrar portales... pero se vuelven a abrir otros, me decía Juan con cierto aire desesperanzado.

Son los avances de la técnica, que todo lo trastocan. Por eso, esto de lamentarse por los derechos de autor perdidos, me parece tan ingenuo como lo de ir en avión a buscar paraísos... también están perdidos. Demasiado baratos los aviones para cosa buena.



jueves 21 de enero de 2010

Alá bi, Alá va, Alá bin, bomba va.


Les contaba el otro día que Savater dice que si los tontos volasen el sol se oscurecería. Y en eso le doy la razón. Aunque como uno anda ya de vuelta en esta vida y también conoce ese adagio que asegura que nunca verás a un tonto pisarse los cojones... el caso es que ya no sé si, donde dice tontos, no sería mejor poner sinvergüenzas, y no por nada sino sólo por comprobar si así nos iban a cuadrar mejor las cuentas... que es que las tenemos hechas unos zorros.

Dicen, y se pasan el día debatiendo en los foros públicos, y cobrando buenos emolumentos por ello, aborto sí, aborto no, catalán sí, español no y viceversa, y conneries por el estilo, como si todo eso se pudiese regular por ley porque el común de la gente obedece ciegamente a nuestros queridos legisladores. Soberbia espirlochería. El personal sólo pide permiso para hacer lo que sea cuando está que no puede con su alma o, en su defecto, tiene rotos los bolsillos. Pero a poco que se sostenga en pie hace lo que le sale, hablando pronto y mal, de la punta del capullo.

Pero ya, donde los políticos rizan el rizo de la sinvergonzonería es en los países de cultura musulmana. En ellos se ven cosas que si no fuese por el sufrimiento que provoca en los chivos expiatorios sería para morirse de risa. Y digo todo esto porque estaba ayer haciendo un poco de zapping cuando, de pronto, voy y caigo sobre Alyasira. Y allí me quedé enganchado. El programa en cuestión se emitía desde Malasia. Truly Asia, que le dicen. La moderadora, no sólo una verdadera monada sino, también, una magnífica profesional con sus escamas y todo. Dictadura obliga. Los intervinientes, dos hombres y una mujer. Los hombres: uno, atildado a lo tradicional, el otro, no menos atildado pero a lo décontracté, ciudadano del mundo. La mujer, belleza de porteadora del Puente sobre el Río Kwai devenida en burguesita de barrio alto occidental. Bien, pues el tema que se debatía era de tal trascendencia que ya había costado la vida a unas cuantas personas amén de las numerosas iglesias cristianas convertidas en cenizas. Y es que según el atildado tradicionalista es de todo punto insoportable que los cristianos llamen Alá a Dios. Decir Alá, es, según el susodicho, patrimonio de los musulmanes. Y que nadie se lo toque. Porque es su cultura. Y así llevan meses en Malasia. Tribunales supremos de justicia, gobierno, parlamento, que no tienen otra cosa de la qué ocuparse que de quienes son los que tienen, y no tienen, derecho a decir Alá cuando quieren decir Dios. Y los listillos del lugar haciendo carrera por el cómodo procedimiento de azuzar a la chusma para que vaya a quemar iglesias que nada que ver con las mezquitas. El caso es que, así, considerado en frío, el debate parecía cosa de idiotas, pero, luego, a la luz de los focos, te dabas cuenta de que era una magnífica representación de los caminos por los que corre el mundo. El atildado tradicionalista, un verdadero hijo de perra, integrista intransigente, en ningún momento perdió la compostura. El décontracté y la burguesita de barrio alto, hartos los dos sin duda de embestir molinos de viento, recurrieron en todo momento a la ácida ironía para manifestar su impotencia. De poco sirve que el tribunal supremo haya sentenciado que los cristianos tienen derecho a llamar a dios como les venga en gana. El debate dejó meridianamente claro que si se empeñan en seguir llamándole Alá será al precio de ver sus iglesias quemadas. Y no pasa nada. Nadie lo va a impedir. Chusma manda. Y listillos prosperan. Sobre todo los atildados.

jueves 28 de enero de 2010

La Arcadia


Fue hace cinco o seis años en uno de esos sórdidos pueblos que rodean Barcelona. La oposición al nacionalismo imperante se estaba organizando y las reuniones a tal efecto menudeaban. Yo, aunque les seguía con interés y simpatía, no solía acudir a ellas, pero aquel día era diferente, actuaba la pareja estelar Espada-Pericay. No es que hubiese mucha gente allí, pero dadas las precarias condiciones del local que las autoridades municipales habían consentido ceder parecía que fuésemos sardinas enlatadas. Roqueros que nunca mueren, sindicalistas sin futuro, espías trabajando para el enemigo, provocadores profesionales... una amplia panoplia, en fin, de rebeldes fracasados. Pero no doblados. Y con el conflicto de las lenguas, omnipresente.

"Sí tan español dices que eres porque te haces llamar Arcadi en vez de Arcadio", le espetó alguien a bocajarro. Bueno, ejem... la escuela, la universidad... pero me bautizaron como Arcadio y mi madre siempre me llama Arcadio.

La agilidad mental de Arcadio, la claridad expositiva de Pericay, aquello fue un verdadero espectáculo. De los que sales con un grado de excitación que te dura hasta bien entrada la madrugada.

Siempre, desde entonces, he seguido a Espada por donde quiera que anduviese. Y he aprovechado las oportunidades que brinda la red para hacerle llegar en numerosas ocasiones mi opinión sobre las suyas. No sé si se habrá parado alguna vez a leer lo que le escribo o considerar mi juicio. Pero, en cualquier caso, en el foro de sus diarios da gusto intervenir por la calidad que suelen tener los comentarios.

Y luego fue y nos anunció que iba a fundar un periódico digital. De pago. Bien, no es que uno ande sobrado de pasta ni de ganas de gastarla en la cosa cultural. Bastante tiene uno ya con lo que cuesta la banda ancha y toda la mandaga del hard y software. Pero era cosa de Arcadio y solté los cincuenta del ala. Factual se llama el invento. Sin entrar en consideraciones de precio/calidad, diremos que entretiene. Que no está mal. Que incluso se aprecian destellos de genio. Por no hablar de las crónicas de Juan Abreu que a un rijoso como yo no pueden sino entusiasmarle.

¿Y saben con qué nos hemos desayunado hoy?
Pues ni más ni menos con que Arcadio abandona Factual. Apenas dos meses ha durado el idilio. ¡Qué país, madre mía! Parecemos todos troskistas. Qué difícil entenderse. Qué difícil perdurar.

viernes 29 de enero de 2010

País de zoquetes.


Hace poco les escribía sobre un, a mi juicio, magnífico artículo de Santiago Grisolía: La superpoblación y la pobreza. Lo uno por lo otro. Y les decía que los lectores de ABC le habían dado la menor de las valoraciones posibles. Hoy,
Grisolía vuelve a la carga con otro magnífico artículo y los lectores de ABC, mostrando sin duda su analfabetismo funcional, le vuelven a valorar con un cero patatero que diría un político cualquiera.

Ya sé que si leen el artículo no entenderán nada a no ser que sean una de las cien o doscientas personas que habrá en España medianamente versadas en esa difícil materia. Pero ahí es donde, a mi juicio siempre, reside el encanto. Y sobre todo la importancia de un artículo así en unos tiempos de crisis en los cada vez se habla más en los foros internacionales de la conveniencia de echar a los españoles de las instituciones comunitarias. Porque España es un verdadero desastre a efectos de competitividad, lo cual, viene a querer decir que el futuro es muy oscuro trabajando en el fogón... que es en donde, al parecer, no tenemos rivales.

Si no me equivoco, lo que ha querido decirnos D. Santiago es más o menos así. Miren ustedes, cuando hablamos de competitividad no nos estamos refiriendo a "raciones y cazuelitas", ni, ni siquiera, las superferolíticas invenciones frankopenaguescas de nuestros cocineros. Nos estamos refiriendo a las cosas de las que hablo en el artículo, es decir, cosas que requieren miles y miles de horas de estudio... y, sin las cuales, es de todo punto imposible que podamos seguir llevando el tren de vida al uso en la actualidad.

Muchas gracias, ABC. Muchas gracias, D. Santiago. Ya era hora de que en este ridículo país alguien se atreviese a contarle al personal lo que es saber de las cosas de las que se habla.

Me voy a estudiar.

lunes 1 de febrero de 2010

La autodestrucción como la más bella de las artes


Anteanoche vi "Tormenta de Hielo" de Ang Lee. Familias de clase media americana, viviendo en un entorno idílico, se aburren. Y buscan emociones fuertes. Y sufren por ello, que es, supongo, lo que buscaban. Porque nada más entretenido que el sufrimiento. Al final, como en los Simson, n´importe qoi, la familia triunfa. Sermón dominical de iglesia pentecostal.

Lo de anoche fue otra cosa. "Barfly". Bukowsky en acción. Sin paliativos. Del dicho al hecho no hay trecho. Ebriedad lúcida. De la tendresse en estado puro. Con un final épico como pocas veces se consiguió.


Jane, who has been dead for 31 years,
never could have
imagined that I would write a screenplay of our drinking
days together
and
that it would be made into a movie
and
that a beautiful movie star would play her
part.

I can hear Jane now: “A beautiful movie star? oh,
for Christ’s sake!”

Jane, that’s show biz, so go back to sleep, dear, because
no matter how hard they tried they
just couldn’t find anybody exactly like
you.

and neither can
I.


viernes 5 de febrero de 2010

To catch a thief


Señores, esto se está poniendo chungo, chungo, requetechungo. Y no me baso para afirmar tal cosa en la acentuación de los tonos dramáticos habituales por parte de los que quieren pillar, PP, lo que ahora disfrutan sus rivales, PSOE, -todos esos sueldos fabulosos-, no, lo digo en función de las anécdotas cotidianas que uno observa y analiza.

El caso es que andaba yo sumergido en las típicas ensoñaciones matinales, nada extraordinario, cuando vino a sacarme de allí una llamada en la puerta. Será Ángel, pensé. El pastor, que cuando viene de la compra suele dar un toque para enseñarme la mercancía y remarcar cuánto le ha "importado". Lo de importar aplicado al coste es un verbo que no había vuelto a oír desde los problemas de mátemáticas de la escuela. Tres pares de huevos importan quince pesetas... etc. En fin. Pues no, no era Ángel. Eran dos tipos uniformados en rojo que vendían alarmas. Dos tipos, todo hay que decirlo, con unos rostros que, en lógica lambrosiana, podríamos calificar como patibularios. Ya saben, esa piel macilenta y esa expresión de inquietud que proporciona el uso prolongado del tranocheo y las sustancias psicoactivas. O, también, las vacaciones a la sombra. Total, que les he dicho que por aquí no hay problemas con los cacos. Y entonces han refinado sus argumentos. Y yo he dicho que sí, que parece que las cosas se van a poner mal. Y ha sido entonces cuando han saltado al unísono: no se van a poner, ya están, pero no mal, muy mal. Ý yo: ya, pero si alguien entra aquí se va a llevar un chasco. Y ellos: sí, pero lo malo es el susto que le dan. Y yo, por si las moscas: o se lo doy yo a ellos; por aquí todo el mundo está armado... y la Guardia Civil está ahí al lado. Y se han largado deshechos en sonrisas. No sé.


Y ya digo, no basándome en la subida del tono dramático que emplean los peperos. Porque lo malo de no tener nada que hacer es que uno sólo se fija en la mierda. Los periódicos y todo eso.
L´Union monétaire en danger, l´euro attaqué, nos dicen desde Le Monde. Se imaginan por un momento la que se iba a armar si el euro se va al carajo. O, más probable, si nos echan del club junto a los portugueses y griegos. Un desmadre. Y en previsión de todo eso, me digo, será que ya hasta por Alar del Rey andan vendiendo alarmas contra los cacos.

domingo 7 de febrero de 2010

Ya nadie se escandaliza o La vida como agonía

DOCUMENTO CONJUNTO DEL SINDICALISMO ESPAÑOL CONTRA LA CRISIS



Lo bueno, o lo malo, de todo esto que dicen está pasando es que ya nadie se escandaliza por lo que dicen o escriben los demás. Imagínense lo que hubiesen dicho y escrito hace tan sólo unos meses los autodenominados progresistas o socialdemócratas o, simplemente, superiores moral e intelectualmente, si alguien se hubiese atrevido a escribir
una cosa así. La vida como agonía. En estado permanente de lucha. Sin sindicalistas que se pasen el día repitiendo sin cesar lo de "a mayor abundamiento" y "es preceptivo". Por no hablar de todo ese rollo del Estado como garante de nuestra salud y educación que no ha servido para otra cosa que agigantar la deuda y crear unas jerarquías políticas que destruyen cualquier atisbo de mérito y creatividad. Bueno, no es mi intención elaborar aquí un listado de lo que sí y lo que no debiera ser para que las cosas fuesen de otro modo mejor. Hemos vivido lo que hemos vivido y nos hemos aprovechado de los resquicios que se ponían a tiro para sortear las lluvias inclementes. Pero el mundo, ahora si que sí, está cambiando y, si en algo se nota, es sobre todo en que ya no hay forma de hacer callar a los disidentes. Las verdades como puños ya no se pueden despachar con el socorrido recurso de tildarlas de demagógicas. Ni mucho menos de "fachas". Ahora, si no te gustan, no etiquetes porque tienes espacio para la argumentación. Si no lo utilizas, es tu problema. Quizá es que no das de sí para tanto. Que eres menos de lo que te creías. Tiempos duros. Darwinismo en acción. Malthus en el horizonte.

 viernes 12 de febrero de 2010

Ni está ni se la espera.


Ayer por la mañana llegaban las nubes a oleadas y descargaban su blanco material. Entre oleada y oleada, si había suerte, lucía un rato el sol. Fue en uno de esos intervalos luminosos cuando, al mirar hacia el jardín, vi una hermosa pareja de mirlos jugando a seducirse. Ya tenemos aquí la primavera, pensé. Es una pareja que vive instalada en el seto de arizonas que defiende al jardín de los vientos del norte. Él, más negro y estilizado que ella, ella, más oronda y cachazuda que él. Siempre andan escarbando en el césped a la búsqueda de gusanos. Y a juzgar por su insistencia, se diría que les encuentran. Eh ahí, me digo muchas veces, una pareja estable y feliz. Lo tienen todo, su casita, su huerto... pero, ¡ay!, ¡puerca miseria!, siempre hay perinquinosos peros: la vecina de al lado se pirria por los gatos. Imposible saber a cuantos alimenta. Todo el pueblo está al tanto de que su marido de vez en cuando hace limpieza a espaldas de ella, pero, así y todo, siempre hay demasiados. Y nunca deja de haber alguno merodeando por el jardín. Merodeando, claro está, con aviesas intenciones. Apoderarse de las tentadoras pechugas de los mirlos. ¡Pobres mirlos!, un ojo en los gusanos y el otro en el más allá de las barricadas. Por donde suele llegar el enemigo. Enemigo que también sabe que yo tengo el tiragomas con su munición a punto junto a la ventana. Todo es verme abrirla y salir disparado.

En resumidas cuentas: ecosistema en acción. El gato defiende a los gusanos de los mirlos. Yo defiendo a los mirlos de los gatos. ¿Y quién me defiende a mí? Y entonces caigo en la cuenta de que soy el eslabón débil de la cadena.

Pensando en tales cosas, o sabe dios en qué, estaba hacia la media tarde cuando, suddenly, un golpe seco vino a sacarme de las ensoñaciones. No tardé en caer en la cuenta de su procedencia: algún pájaro, sin duda voluminoso, se acababa de estrellar contra el ventanal a levante del salón. Los rayos de sol penetrando por poniente le proporcionaban tal transparencia que el bicho se creyó lo que no era y quiso traspasar lo que pensó ser vacío. Y allí estaba, sobre el entarimado al otro lado de la cristalera, patas arriba. Era la mirla. ¡Qué desgracia, madre mía! ¿A quién defender ahora? Porque el mirlo, enviudado ya, se largará con la música a otra parte. Y los gusanos me comerán... el equilibrio roto. Pero tales pensamientos negros no me impidieron salir a toda mecha a prestar los primeros auxilios. Deformación profesional manda. No estaba muerta. Sólo inconsciente. La puse sobre un cartón junto a la estufa a la espera de acontecimientos. A la media hora o así empezó a moverse. No tardó en sostenerse sobre las patas. Un rato más y la saqué al exterior. Otro rato y se metió entre las arizonas. Hoy, todavía no les he visto por el jardín. No sé si será por el manto blanco que le cubre o porque a la mirla le duele la cabeza. Habrá que esperar.

Desde luego que uno nunca sabe dónde la tiene. De donde menos se espera salta el tortazo. Y la primavera... ni está ni se la espera.

sábado 13 de febrero de 2010

METROPOLIS





La pudimos ver anoche en ARTE. Retransmitida desde la Puerta de Brandeburgo. Con temperaturas glaciales. Huele a filonazi que debiera tirar para atrás. Y sin embargo. La estética nos pierde. Y la innovación. Año 27 del siglo pasado.

Por lo demás, la tesis: entre el cerebro -el capital- y la mano -el trabajo- debiera estar el corazón. El Sagrado Corazón de Jesús. Por eso, supongo, pusieron tantos por los altos en España cuando lo de Franco, en sus principios. El perfecto mediador en la lucha de clases. Se acabaron los líos. Buenismo en definitiva.


viernes 19 de febrero de 2010

Textil


En la jerga de los nudistas yo sería un "textil". O sea, un tipo que cuando va a la playa no se quita el traje de baño así le maten. Para ser exacto, ni el traje de baño, ni la camiseta de manga larga, ni la visera de beisbolista, ni las gafas ahumadas, ni la sombrilla caso de tenerla a mano. Es que, saben, el sol sobre la piel, y no digamos los ojos, me molesta cantidad. Y si la exposición se prolonga, por la noche, entre otras sevicias, ni veo. Pero, bueno, no creo que el sol lo justifique todo. También, supongo, tendré otras motivaciones por ahí dentro que necesitarían del sacacorchos analítico para salir a la luz. ¿Quién sabe? A veces puede ser algo tan simple como complejo de cuerpo mierdoso, pene ridículo... en fin, mejor olvidarse... y no mirar a los de la foto para no hundirse todavía más.

El caso es que a los nudistas les tengo un gran respeto. Y no sólo porque, desde que una vez, hace ya mucho, me aseguraron que a las playas nudistas sólo va gente culta tiendo a asociar nudismo con alto nivel cultural. No, lo que verdaderamente me induce al respeto e, incluso, la admiración, es esa elevada manifestación del espíritu que consiste en mostrar las propias vergüenzas al respetable sin que ello suponga el menor menoscabo de la autoestima sino todo lo contrario.

Y en esas estábamos cuando, de pronto, voy y caigo en la cuenta: ¿textil?, ¿de cuerpo o de alma?
Y es que al darme la vuelta he visto en las estanterías, resaltando, el lomo amarillo de "Las confesiones" de San Agustín. Y el gris del "Cuadern Gris" de Pla. Y el rojo y negro del "Libro del desasosiego" de Pessoa. Desnudez en estado puro. Así es como soy. Me tomas o me dejas. Pero no me vengas luego con el cuento de que no te advertí.

Las propias vergüenzas, ¡ay!, las unas por las otras, las de dentro y las de afuera, cada cual escoge las que prefiere exhibir. A veces las dos. Las más de las veces, unas. O ninguna de las dos. Y siempre calibrando el propio 

jueves 14 de enero de 2010

The war


Una catástrofe natural se acaba de llevar por delante la ciudad de Puerto Príncipe con gran parte de sus habitantes. Es conocido que en otras partes del mundo la tierra tiembla con la misma intensidad y apenas se notan las consecuencias, pero Haití es como es y sus gentes, al parecer, gustan vivir al borde del abismo. Catástrofe natural en cualquier caso, porque la tierra tiembla o porque los haitianos son como son. No hay duda al respecto. Y donde no hay duda, para qué seguir.

Ahora bien, donde sí me surgen dudas respecto a la naturaleza de las catástrofes es cuando se trata de una de esas que conocemos como guerra. La guerra que no cesa. Aunque nadie quiera hablar de ella. ¿Y me pregunto por qué? Feo, desagradable, de mal tono. Y sin embargo los diferentes retales de nuestra historia están cosidos con guerras. Sin ellas no se entendería nada. Nada que tenga que ver con el progreso de la humanidad. Porque aunque sea duro de aceptar los catetos, ignorantes, supersticiosos y comunitaristas en general, siempre han odiado todo lo que suena a progreso. Y han tratado de lastrarlo por todos los medios a su alcance. No ha quedado más remedio que doblegarles por la fuerza, por la guerra, para poder seguir adelante en el camino hacia la libertad individual. La única meta con sentido.

Traigo todo esto a colación por varios motivos. Uno, porque los últimos Mercredis de l´Histoire de la cadena ARTE los han dedicado a The War, una serie de quince capítulos sobre la Segunda Guerra Mundial que hace especial incapié en la vida de la gente común en los pueblos de EE. UU. de donde salieron los soldados que lucharon en los diferentes frentes. Dos, porque el otro día vi en TV5 Monde un documental realizado por la BBC sobre la guerra en Afganistán. Tres, porque aquí, en nuestra querida España parece como si nadie quisiese acusar recibo de que hay numerosos compatriotas jugándose la vida en las guerras que se libran en los más diversos rincones del mundo. Por ejemplo, el nuevo periódico digital que dirige Arcadi Espada, de pago por más señas, mil tropecientas noticias sobre si Cataluña esto, Cataluña lo otro, y ni una sobre nuestros soldados en Afganistán. Todo un signo de la realidad que nos asfixia.

Y así, con esta desinformación, luego pasa lo que pasa, que "to er mundo es güeno". A España me refiero. Que en Reino Unido y Francia, los dos países cuya realidad sigo, las autoridades no paran por todos los medios a su alcance de recordar al personal que su país está en guerra. Y que eso tiene un precio. Muy alto, por cierto.

Quizá, me digo, la catástrofe, antinatural si acaso, sea no querer enterarse de que para poder vivir como nos gusta vivir a casi todos, conviene que haya alguien que se dedique a matar talibanes.

 

 

 

 

sábado 16 de enero de 2010

Aviso para navegantes


No es que a uno le guste ir de cenizo por el mundo, pero hay lo que hay y conviene andar avisado que, como dijo el poeta, la flecha cuando se la ve venir hiere menos.

He vivido bastante en Cataluña y he podido ver allí con mis propios ojos los enormes silos en donde se acumulan las gigantescas cosechas de odio hacia los españoles. Los otros españoles, para ser más exactos. Se diría que, cada año que pasa, lo cultivan con mayor sofisticación y esmero. Y, sin duda, debe de ser, supongo, por agotamiento de la capacidad de almacenaje que un medio de comunicación por lo general tan comprensivo y hasta complaciente, con los fenómenos identitarios, haya decidido publicar
este artículo de Félix de Azúa.

Bueno, poco más se podría añadir a ese artículo. Quizá rogarles encarecidamente que le echen un vistazo al "Dr. Faustus" de Tomas Mann. Si lo hacen, no sólo entenderán un poco mejor lo que están escuchando cuando escuchan música. También les ayudará a reflexionar sobre algunos asuntos muy complicados de la naturaleza humana, como ese de querer equipararse a los dioses del que nadie que no ande muy con los pies en el suelo suele verse libre.

¡Superiores! ¡Ja, ja! Les regalo esta perla de Juan Abreu.
Para mí un negro siempre ha sido un negro. Es decir una persona igual que otra cualquiera pero negra. Ubaldo, nuestro gran amigo de la infancia que terminó comunista y controlador de tráfico aéreo y fue a estudiar (es un decir) a la URSS, era negro. Un negro enorme. Nos sacaba media polla de ventaja cada vez que nos las medíamos. Coño, nos quejábamos, esto no es justo.
Para mí, dado que procedo de un país de negros, siempre un negro ha sido una persona como otra cualquiera pero negra. Pronto aprendí que no era así para el resto de mis congéneres. Esto no quiere decir que yo no sea racista, como todo el mundo. Quiere decir que uno es lo que supera. Pero todos partimos de la basura, básicamente: un ser humano es la suma de las batallas ganadas contra sí mismo. Diarias batallas. A menos batallas ganadas, más pobre y miserable uno es.
Recuerdo que Olguita no dejaba a Ubaldo asomarse y hacerse la paja junto al resto de la pandilla porque Ubaldo era negro. Olguita, en su cuarto (del que teníamos una vista estupenda desde la habitación de Rodi) se encueraba se ponía a cuatro patas y se metía una tiza en el culito primero y después el borrador de su pequeña pizarra para los ejercicios de gramática en el chochito pelón de catorce años.
Cierto que Olguita era la pija del barrio ¡siempre llevaba zapatos! y las pijas son como son. Pero ya entonces comprendí que ser negro no era lo mismo para todo el mundo.

Después me hice novio de Clarissa, una negra preciosa de boca pero qué puedo decir yo de esa boca sin rebajarla.
Nada, nada.
Clarissa. Labios menores y mayores. ¿Han estado ustedes en el Baptisterio, en las Puertas del Paraíso, en Santa María del Fiore? Pues algo así. Pero mejor, porque te la chupaba.

Hace poco conocí a un negro africano, que son diferentes de los negros cubanos, con un cuerpo de por dónde empiezo. Lo dibujaré mezclado con una modelo y trataré de atrapar la tensión, según vaya creciendo la tensión y estaré ahí para documentar lo que pase.
Y para lo que pase.

Lo que me lleva a la mezcla. Después de vivir doce años en España y de recorrer Europa de aquí para allá me parece que la solución a las estupideces nacionalistas y a la estupidez en general y a casi todos los problemas de Europa es la importación masiva de negros africanos.
Y a follar. Y a procrear.
Nada de blancos por aquí y negros por allá. Nada de guetos, a mezclarse.
A la vuelta de un par de generaciones tendríamos españoles y europeos más altos, sanos y fuertes, más ricos genética y culturalmente. Más hermosos. ¡Imaginen lo que saldría de una sevillana y un negro gigante de Gambia!

Yo creo que para la vieja Europa los negros son la salvación.

 

martes 19 de enero de 2010

Paradise Lost

 



Dice Savater que hay un adagio latino que afirma que, si los tontos volasen, oscurecerían la luz del sol. Y luego añade que, para comprobar su actualidad, basta pasarse por ciertos sitios de la Red.

Le comprendo perfectamente, porque ya se sabe de antiguo, aunque no haya adagio que lo apuntale, que opinión es sinónimo de situación. Y como la situación económica de Savater, que supongo holgada, proviene mayormente de sus derechos de autor, nada tiene de extraño que opine que lo de bajarse gratis los productos culturales de la Red sea una ordinariez de funestas consecuencias para la creación.

Bien, para empezar, lo del "gratis total" que le achacan los que están en contra de las descargas es una verdad a medias. Porque, para descargar "gratis total", tienes que, primero, ir a la tienda y comprar un ordenador. Segundo, contratar una banda ancha. Tercero, pagar los antivirus. Y la electricidad, mantenimiento, etc.. Y aprender a manejarte, que lleva tiempo, y el tiempo es oro.

Por otra parte, lo que comentaba el otro día con Juan. Porque Juan está preocupado por el asunto por razones parecidas a las de Savater. Cobra derechos de autor. Pero, además, Juan tiene una empresa que da servicios a través de internet. O sea, que se supone que conoce el medio. Y por eso le decía yo: vamos a ver, Juan, lo de si esta bien o mal lo dejamos de momento y nos centramos en si es posible o imposible controlar las descargas. Porque si es imposible controlarlas o sumamente caro hacerlo, todo lo demás huelga por razones obvias. Tu conoces el medio, ¿es posible controlar las descargas?

Bueno, yo he visto unos cuantos programas en los que trataban del asunto del control de internet en países como Irán o China. Y es complicado. El gobierno cierra páginas y el personal se inventa subterfugios -proxis, lo llaman- que las vuelve a abrir. Una guerra perdida para las autoridades.

Sí, se pueden cerrar portales... pero se vuelven a abrir otros, me decía Juan con cierto aire desesperanzado.

Son los avances de la técnica, que todo lo trastocan. Por eso, esto de lamentarse por los derechos de autor perdidos, me parece tan ingenuo como lo de ir en avión a buscar paraísos... también están perdidos. Demasiado baratos los aviones para cosa buena.



jueves 21 de enero de 2010

Alá bi, Alá va, Alá bin, bomba va.


Les contaba el otro día que Savater dice que si los tontos volasen el sol se oscurecería. Y en eso le doy la razón. Aunque como uno anda ya de vuelta en esta vida y también conoce ese adagio que asegura que nunca verás a un tonto pisarse los cojones... el caso es que ya no sé si, donde dice tontos, no sería mejor poner sinvergüenzas, y no por nada sino sólo por comprobar si así nos iban a cuadrar mejor las cuentas... que es que las tenemos hechas unos zorros.

Dicen, y se pasan el día debatiendo en los foros públicos, y cobrando buenos emolumentos por ello, aborto sí, aborto no, catalán sí, español no y viceversa, y conneries por el estilo, como si todo eso se pudiese regular por ley porque el común de la gente obedece ciegamente a nuestros queridos legisladores. Soberbia espirlochería. El personal sólo pide permiso para hacer lo que sea cuando está que no puede con su alma o, en su defecto, tiene rotos los bolsillos. Pero a poco que se sostenga en pie hace lo que le sale, hablando pronto y mal, de la punta del capullo.

Pero ya, donde los políticos rizan el rizo de la sinvergonzonería es en los países de cultura musulmana. En ellos se ven cosas que si no fuese por el sufrimiento que provoca en los chivos expiatorios sería para morirse de risa. Y digo todo esto porque estaba ayer haciendo un poco de zapping cuando, de pronto, voy y caigo sobre Alyasira. Y allí me quedé enganchado. El programa en cuestión se emitía desde Malasia. Truly Asia, que le dicen. La moderadora, no sólo una verdadera monada sino, también, una magnífica profesional con sus escamas y todo. Dictadura obliga. Los intervinientes, dos hombres y una mujer. Los hombres: uno, atildado a lo tradicional, el otro, no menos atildado pero a lo décontracté, ciudadano del mundo. La mujer, belleza de porteadora del Puente sobre el Río Kwai devenida en burguesita de barrio alto occidental. Bien, pues el tema que se debatía era de tal trascendencia que ya había costado la vida a unas cuantas personas amén de las numerosas iglesias cristianas convertidas en cenizas. Y es que según el atildado tradicionalista es de todo punto insoportable que los cristianos llamen Alá a Dios. Decir Alá, es, según el susodicho, patrimonio de los musulmanes. Y que nadie se lo toque. Porque es su cultura. Y así llevan meses en Malasia. Tribunales supremos de justicia, gobierno, parlamento, que no tienen otra cosa de la qué ocuparse que de quienes son los que tienen, y no tienen, derecho a decir Alá cuando quieren decir Dios. Y los listillos del lugar haciendo carrera por el cómodo procedimiento de azuzar a la chusma para que vaya a quemar iglesias que nada que ver con las mezquitas. El caso es que, así, considerado en frío, el debate parecía cosa de idiotas, pero, luego, a la luz de los focos, te dabas cuenta de que era una magnífica representación de los caminos por los que corre el mundo. El atildado tradicionalista, un verdadero hijo de perra, integrista intransigente, en ningún momento perdió la compostura. El décontracté y la burguesita de barrio alto, hartos los dos sin duda de embestir molinos de viento, recurrieron en todo momento a la ácida ironía para manifestar su impotencia. De poco sirve que el tribunal supremo haya sentenciado que los cristianos tienen derecho a llamar a dios como les venga en gana. El debate dejó meridianamente claro que si se empeñan en seguir llamándole Alá será al precio de ver sus iglesias quemadas. Y no pasa nada. Nadie lo va a impedir. Chusma manda. Y listillos prosperan. Sobre todo los atildados.

jueves 28 de enero de 2010

La Arcadia


Fue hace cinco o seis años en uno de esos sórdidos pueblos que rodean Barcelona. La oposición al nacionalismo imperante se estaba organizando y las reuniones a tal efecto menudeaban. Yo, aunque les seguía con interés y simpatía, no solía acudir a ellas, pero aquel día era diferente, actuaba la pareja estelar Espada-Pericay. No es que hubiese mucha gente allí, pero dadas las precarias condiciones del local que las autoridades municipales habían consentido ceder parecía que fuésemos sardinas enlatadas. Roqueros que nunca mueren, sindicalistas sin futuro, espías trabajando para el enemigo, provocadores profesionales... una amplia panoplia, en fin, de rebeldes fracasados. Pero no doblados. Y con el conflicto de las lenguas, omnipresente.

"Sí tan español dices que eres porque te haces llamar Arcadi en vez de Arcadio", le espetó alguien a bocajarro. Bueno, ejem... la escuela, la universidad... pero me bautizaron como Arcadio y mi madre siempre me llama Arcadio.

La agilidad mental de Arcadio, la claridad expositiva de Pericay, aquello fue un verdadero espectáculo. De los que sales con un grado de excitación que te dura hasta bien entrada la madrugada.

Siempre, desde entonces, he seguido a Espada por donde quiera que anduviese. Y he aprovechado las oportunidades que brinda la red para hacerle llegar en numerosas ocasiones mi opinión sobre las suyas. No sé si se habrá parado alguna vez a leer lo que le escribo o considerar mi juicio. Pero, en cualquier caso, en el foro de sus diarios da gusto intervenir por la calidad que suelen tener los comentarios.

Y luego fue y nos anunció que iba a fundar un periódico digital. De pago. Bien, no es que uno ande sobrado de pasta ni de ganas de gastarla en la cosa cultural. Bastante tiene uno ya con lo que cuesta la banda ancha y toda la mandaga del hard y software. Pero era cosa de Arcadio y solté los cincuenta del ala. Factual se llama el invento. Sin entrar en consideraciones de precio/calidad, diremos que entretiene. Que no está mal. Que incluso se aprecian destellos de genio. Por no hablar de las crónicas de Juan Abreu que a un rijoso como yo no pueden sino entusiasmarle.

¿Y saben con qué nos hemos desayunado hoy?
Pues ni más ni menos con que Arcadio abandona Factual. Apenas dos meses ha durado el idilio. ¡Qué país, madre mía! Parecemos todos troskistas. Qué difícil entenderse. Qué difícil perdurar.

viernes 29 de enero de 2010

País de zoquetes.


Hace poco les escribía sobre un, a mi juicio, magnífico artículo de Santiago Grisolía: La superpoblación y la pobreza. Lo uno por lo otro. Y les decía que los lectores de ABC le habían dado la menor de las valoraciones posibles. Hoy,
Grisolía vuelve a la carga con otro magnífico artículo y los lectores de ABC, mostrando sin duda su analfabetismo funcional, le vuelven a valorar con un cero patatero que diría un político cualquiera.

Ya sé que si leen el artículo no entenderán nada a no ser que sean una de las cien o doscientas personas que habrá en España medianamente versadas en esa difícil materia. Pero ahí es donde, a mi juicio siempre, reside el encanto. Y sobre todo la importancia de un artículo así en unos tiempos de crisis en los cada vez se habla más en los foros internacionales de la conveniencia de echar a los españoles de las instituciones comunitarias. Porque España es un verdadero desastre a efectos de competitividad, lo cual, viene a querer decir que el futuro es muy oscuro trabajando en el fogón... que es en donde, al parecer, no tenemos rivales.

Si no me equivoco, lo que ha querido decirnos D. Santiago es más o menos así. Miren ustedes, cuando hablamos de competitividad no nos estamos refiriendo a "raciones y cazuelitas", ni, ni siquiera, las superferolíticas invenciones frankopenaguescas de nuestros cocineros. Nos estamos refiriendo a las cosas de las que hablo en el artículo, es decir, cosas que requieren miles y miles de horas de estudio... y, sin las cuales, es de todo punto imposible que podamos seguir llevando el tren de vida al uso en la actualidad.

Muchas gracias, ABC. Muchas gracias, D. Santiago. Ya era hora de que en este ridículo país alguien se atreviese a contarle al personal lo que es saber de las cosas de las que se habla.

Me voy a estudiar.

lunes 1 de febrero de 2010

La autodestrucción como la más bella de las artes


Anteanoche vi "Tormenta de Hielo" de Ang Lee. Familias de clase media americana, viviendo en un entorno idílico, se aburren. Y buscan emociones fuertes. Y sufren por ello, que es, supongo, lo que buscaban. Porque nada más entretenido que el sufrimiento. Al final, como en los Simson, n´importe qoi, la familia triunfa. Sermón dominical de iglesia pentecostal.

Lo de anoche fue otra cosa. "Barfly". Bukowsky en acción. Sin paliativos. Del dicho al hecho no hay trecho. Ebriedad lúcida. De la tendresse en estado puro. Con un final épico como pocas veces se consiguió.


Jane, who has been dead for 31 years,
never could have
imagined that I would write a screenplay of our drinking
days together
and
that it would be made into a movie
and
that a beautiful movie star would play her
part.

I can hear Jane now: “A beautiful movie star? oh,
for Christ’s sake!”

Jane, that’s show biz, so go back to sleep, dear, because
no matter how hard they tried they
just couldn’t find anybody exactly like
you.

and neither can
I.


viernes 5 de febrero de 2010

To catch a thief


Señores, esto se está poniendo chungo, chungo, requetechungo. Y no me baso para afirmar tal cosa en la acentuación de los tonos dramáticos habituales por parte de los que quieren pillar, PP, lo que ahora disfrutan sus rivales, PSOE, -todos esos sueldos fabulosos-, no, lo digo en función de las anécdotas cotidianas que uno observa y analiza.

El caso es que andaba yo sumergido en las típicas ensoñaciones matinales, nada extraordinario, cuando vino a sacarme de allí una llamada en la puerta. Será Ángel, pensé. El pastor, que cuando viene de la compra suele dar un toque para enseñarme la mercancía y remarcar cuánto le ha "importado". Lo de importar aplicado al coste es un verbo que no había vuelto a oír desde los problemas de mátemáticas de la escuela. Tres pares de huevos importan quince pesetas... etc. En fin. Pues no, no era Ángel. Eran dos tipos uniformados en rojo que vendían alarmas. Dos tipos, todo hay que decirlo, con unos rostros que, en lógica lambrosiana, podríamos calificar como patibularios. Ya saben, esa piel macilenta y esa expresión de inquietud que proporciona el uso prolongado del tranocheo y las sustancias psicoactivas. O, también, las vacaciones a la sombra. Total, que les he dicho que por aquí no hay problemas con los cacos. Y entonces han refinado sus argumentos. Y yo he dicho que sí, que parece que las cosas se van a poner mal. Y ha sido entonces cuando han saltado al unísono: no se van a poner, ya están, pero no mal, muy mal. Ý yo: ya, pero si alguien entra aquí se va a llevar un chasco. Y ellos: sí, pero lo malo es el susto que le dan. Y yo, por si las moscas: o se lo doy yo a ellos; por aquí todo el mundo está armado... y la Guardia Civil está ahí al lado. Y se han largado deshechos en sonrisas. No sé.


Y ya digo, no basándome en la subida del tono dramático que emplean los peperos. Porque lo malo de no tener nada que hacer es que uno sólo se fija en la mierda. Los periódicos y todo eso.
L´Union monétaire en danger, l´euro attaqué, nos dicen desde Le Monde. Se imaginan por un momento la que se iba a armar si el euro se va al carajo. O, más probable, si nos echan del club junto a los portugueses y griegos. Un desmadre. Y en previsión de todo eso, me digo, será que ya hasta por Alar del Rey andan vendiendo alarmas contra los cacos.

domingo 7 de febrero de 2010

Ya nadie se escandaliza o La vida como agonía

DOCUMENTO CONJUNTO DEL SINDICALISMO ESPAÑOL CONTRA LA CRISIS



Lo bueno, o lo malo, de todo esto que dicen está pasando es que ya nadie se escandaliza por lo que dicen o escriben los demás. Imagínense lo que hubiesen dicho y escrito hace tan sólo unos meses los autodenominados progresistas o socialdemócratas o, simplemente, superiores moral e intelectualmente, si alguien se hubiese atrevido a escribir
una cosa así. La vida como agonía. En estado permanente de lucha. Sin sindicalistas que se pasen el día repitiendo sin cesar lo de "a mayor abundamiento" y "es preceptivo". Por no hablar de todo ese rollo del Estado como garante de nuestra salud y educación que no ha servido para otra cosa que agigantar la deuda y crear unas jerarquías políticas que destruyen cualquier atisbo de mérito y creatividad. Bueno, no es mi intención elaborar aquí un listado de lo que sí y lo que no debiera ser para que las cosas fuesen de otro modo mejor. Hemos vivido lo que hemos vivido y nos hemos aprovechado de los resquicios que se ponían a tiro para sortear las lluvias inclementes. Pero el mundo, ahora si que sí, está cambiando y, si en algo se nota, es sobre todo en que ya no hay forma de hacer callar a los disidentes. Las verdades como puños ya no se pueden despachar con el socorrido recurso de tildarlas de demagógicas. Ni mucho menos de "fachas". Ahora, si no te gustan, no etiquetes porque tienes espacio para la argumentación. Si no lo utilizas, es tu problema. Quizá es que no das de sí para tanto. Que eres menos de lo que te creías. Tiempos duros. Darwinismo en acción. Malthus en el horizonte.

 viernes 12 de febrero de 2010

Ni está ni se la espera.


Ayer por la mañana llegaban las nubes a oleadas y descargaban su blanco material. Entre oleada y oleada, si había suerte, lucía un rato el sol. Fue en uno de esos intervalos luminosos cuando, al mirar hacia el jardín, vi una hermosa pareja de mirlos jugando a seducirse. Ya tenemos aquí la primavera, pensé. Es una pareja que vive instalada en el seto de arizonas que defiende al jardín de los vientos del norte. Él, más negro y estilizado que ella, ella, más oronda y cachazuda que él. Siempre andan escarbando en el césped a la búsqueda de gusanos. Y a juzgar por su insistencia, se diría que les encuentran. Eh ahí, me digo muchas veces, una pareja estable y feliz. Lo tienen todo, su casita, su huerto... pero, ¡ay!, ¡puerca miseria!, siempre hay perinquinosos peros: la vecina de al lado se pirria por los gatos. Imposible saber a cuantos alimenta. Todo el pueblo está al tanto de que su marido de vez en cuando hace limpieza a espaldas de ella, pero, así y todo, siempre hay demasiados. Y nunca deja de haber alguno merodeando por el jardín. Merodeando, claro está, con aviesas intenciones. Apoderarse de las tentadoras pechugas de los mirlos. ¡Pobres mirlos!, un ojo en los gusanos y el otro en el más allá de las barricadas. Por donde suele llegar el enemigo. Enemigo que también sabe que yo tengo el tiragomas con su munición a punto junto a la ventana. Todo es verme abrirla y salir disparado.

En resumidas cuentas: ecosistema en acción. El gato defiende a los gusanos de los mirlos. Yo defiendo a los mirlos de los gatos. ¿Y quién me defiende a mí? Y entonces caigo en la cuenta de que soy el eslabón débil de la cadena.

Pensando en tales cosas, o sabe dios en qué, estaba hacia la media tarde cuando, suddenly, un golpe seco vino a sacarme de las ensoñaciones. No tardé en caer en la cuenta de su procedencia: algún pájaro, sin duda voluminoso, se acababa de estrellar contra el ventanal a levante del salón. Los rayos de sol penetrando por poniente le proporcionaban tal transparencia que el bicho se creyó lo que no era y quiso traspasar lo que pensó ser vacío. Y allí estaba, sobre el entarimado al otro lado de la cristalera, patas arriba. Era la mirla. ¡Qué desgracia, madre mía! ¿A quién defender ahora? Porque el mirlo, enviudado ya, se largará con la música a otra parte. Y los gusanos me comerán... el equilibrio roto. Pero tales pensamientos negros no me impidieron salir a toda mecha a prestar los primeros auxilios. Deformación profesional manda. No estaba muerta. Sólo inconsciente. La puse sobre un cartón junto a la estufa a la espera de acontecimientos. A la media hora o así empezó a moverse. No tardó en sostenerse sobre las patas. Un rato más y la saqué al exterior. Otro rato y se metió entre las arizonas. Hoy, todavía no les he visto por el jardín. No sé si será por el manto blanco que le cubre o porque a la mirla le duele la cabeza. Habrá que esperar.

Desde luego que uno nunca sabe dónde la tiene. De donde menos se espera salta el tortazo. Y la primavera... ni está ni se la espera.

sábado 13 de febrero de 2010

METROPOLIS





La pudimos ver anoche en ARTE. Retransmitida desde la Puerta de Brandeburgo. Con temperaturas glaciales. Huele a filonazi que debiera tirar para atrás. Y sin embargo. La estética nos pierde. Y la innovación. Año 27 del siglo pasado.

Por lo demás, la tesis: entre el cerebro -el capital- y la mano -el trabajo- debiera estar el corazón. El Sagrado Corazón de Jesús. Por eso, supongo, pusieron tantos por los altos en España cuando lo de Franco, en sus principios. El perfecto mediador en la lucha de clases. Se acabaron los líos. Buenismo en definitiva.


viernes 19 de febrero de 2010

Textil


En la jerga de los nudistas yo sería un "textil". O sea, un tipo que cuando va a la playa no se quita el traje de baño así le maten. Para ser exacto, ni el traje de baño, ni la camiseta de manga larga, ni la visera de beisbolista, ni las gafas ahumadas, ni la sombrilla caso de tenerla a mano. Es que, saben, el sol sobre la piel, y no digamos los ojos, me molesta cantidad. Y si la exposición se prolonga, por la noche, entre otras sevicias, ni veo. Pero, bueno, no creo que el sol lo justifique todo. También, supongo, tendré otras motivaciones por ahí dentro que necesitarían del sacacorchos analítico para salir a la luz. ¿Quién sabe? A veces puede ser algo tan simple como complejo de cuerpo mierdoso, pene ridículo... en fin, mejor olvidarse... y no mirar a los de la foto para no hundirse todavía más.

El caso es que a los nudistas les tengo un gran respeto. Y no sólo porque, desde que una vez, hace ya mucho, me aseguraron que a las playas nudistas sólo va gente culta tiendo a asociar nudismo con alto nivel cultural. No, lo que verdaderamente me induce al respeto e, incluso, la admiración, es esa elevada manifestación del espíritu que consiste en mostrar las propias vergüenzas al respetable sin que ello suponga el menor menoscabo de la autoestima sino todo lo contrario.

Y en esas estábamos cuando, de pronto, voy y caigo en la cuenta: ¿textil?, ¿de cuerpo o de alma?
Y es que al darme la vuelta he visto en las estanterías, resaltando, el lomo amarillo de "Las confesiones" de San Agustín. Y el gris del "Cuadern Gris" de Pla. Y el rojo y negro del "Libro del desasosiego" de Pessoa. Desnudez en estado puro. Así es como soy. Me tomas o me dejas. Pero no me vengas luego con el cuento de que no te advertí.

Las propias vergüenzas, ¡ay!, las unas por las otras, las de dentro y las de afuera, cada cual escoge las que prefiere exhibir. A veces las dos. Las más de las veces, unas. O ninguna de las dos. Y siempre calibrando el propio 

jueves 14 de enero de 2010

The war


Una catástrofe natural se acaba de llevar por delante la ciudad de Puerto Príncipe con gran parte de sus habitantes. Es conocido que en otras partes del mundo la tierra tiembla con la misma intensidad y apenas se notan las consecuencias, pero Haití es como es y sus gentes, al parecer, gustan vivir al borde del abismo. Catástrofe natural en cualquier caso, porque la tierra tiembla o porque los haitianos son como son. No hay duda al respecto. Y donde no hay duda, para qué seguir.

Ahora bien, donde sí me surgen dudas respecto a la naturaleza de las catástrofes es cuando se trata de una de esas que conocemos como guerra. La guerra que no cesa. Aunque nadie quiera hablar de ella. ¿Y me pregunto por qué? Feo, desagradable, de mal tono. Y sin embargo los diferentes retales de nuestra historia están cosidos con guerras. Sin ellas no se entendería nada. Nada que tenga que ver con el progreso de la humanidad. Porque aunque sea duro de aceptar los catetos, ignorantes, supersticiosos y comunitaristas en general, siempre han odiado todo lo que suena a progreso. Y han tratado de lastrarlo por todos los medios a su alcance. No ha quedado más remedio que doblegarles por la fuerza, por la guerra, para poder seguir adelante en el camino hacia la libertad individual. La única meta con sentido.

Traigo todo esto a colación por varios motivos. Uno, porque los últimos Mercredis de l´Histoire de la cadena ARTE los han dedicado a The War, una serie de quince capítulos sobre la Segunda Guerra Mundial que hace especial incapié en la vida de la gente común en los pueblos de EE. UU. de donde salieron los soldados que lucharon en los diferentes frentes. Dos, porque el otro día vi en TV5 Monde un documental realizado por la BBC sobre la guerra en Afganistán. Tres, porque aquí, en nuestra querida España parece como si nadie quisiese acusar recibo de que hay numerosos compatriotas jugándose la vida en las guerras que se libran en los más diversos rincones del mundo. Por ejemplo, el nuevo periódico digital que dirige Arcadi Espada, de pago por más señas, mil tropecientas noticias sobre si Cataluña esto, Cataluña lo otro, y ni una sobre nuestros soldados en Afganistán. Todo un signo de la realidad que nos asfixia.

Y así, con esta desinformación, luego pasa lo que pasa, que "to er mundo es güeno". A España me refiero. Que en Reino Unido y Francia, los dos países cuya realidad sigo, las autoridades no paran por todos los medios a su alcance de recordar al personal que su país está en guerra. Y que eso tiene un precio. Muy alto, por cierto.

Quizá, me digo, la catástrofe, antinatural si acaso, sea no querer enterarse de que para poder vivir como nos gusta vivir a casi todos, conviene que haya alguien que se dedique a matar talibanes.

 

 

 

 

sábado 16 de enero de 2010

Aviso para navegantes


No es que a uno le guste ir de cenizo por el mundo, pero hay lo que hay y conviene andar avisado que, como dijo el poeta, la flecha cuando se la ve venir hiere menos.

He vivido bastante en Cataluña y he podido ver allí con mis propios ojos los enormes silos en donde se acumulan las gigantescas cosechas de odio hacia los españoles. Los otros españoles, para ser más exactos. Se diría que, cada año que pasa, lo cultivan con mayor sofisticación y esmero. Y, sin duda, debe de ser, supongo, por agotamiento de la capacidad de almacenaje que un medio de comunicación por lo general tan comprensivo y hasta complaciente, con los fenómenos identitarios, haya decidido publicar
este artículo de Félix de Azúa.

Bueno, poco más se podría añadir a ese artículo. Quizá rogarles encarecidamente que le echen un vistazo al "Dr. Faustus" de Tomas Mann. Si lo hacen, no sólo entenderán un poco mejor lo que están escuchando cuando escuchan música. También les ayudará a reflexionar sobre algunos asuntos muy complicados de la naturaleza humana, como ese de querer equipararse a los dioses del que nadie que no ande muy con los pies en el suelo suele verse libre.

¡Superiores! ¡Ja, ja! Les regalo esta perla de Juan Abreu.
Para mí un negro siempre ha sido un negro. Es decir una persona igual que otra cualquiera pero negra. Ubaldo, nuestro gran amigo de la infancia que terminó comunista y controlador de tráfico aéreo y fue a estudiar (es un decir) a la URSS, era negro. Un negro enorme. Nos sacaba media polla de ventaja cada vez que nos las medíamos. Coño, nos quejábamos, esto no es justo.
Para mí, dado que procedo de un país de negros, siempre un negro ha sido una persona como otra cualquiera pero negra. Pronto aprendí que no era así para el resto de mis congéneres. Esto no quiere decir que yo no sea racista, como todo el mundo. Quiere decir que uno es lo que supera. Pero todos partimos de la basura, básicamente: un ser humano es la suma de las batallas ganadas contra sí mismo. Diarias batallas. A menos batallas ganadas, más pobre y miserable uno es.
Recuerdo que Olguita no dejaba a Ubaldo asomarse y hacerse la paja junto al resto de la pandilla porque Ubaldo era negro. Olguita, en su cuarto (del que teníamos una vista estupenda desde la habitación de Rodi) se encueraba se ponía a cuatro patas y se metía una tiza en el culito primero y después el borrador de su pequeña pizarra para los ejercicios de gramática en el chochito pelón de catorce años.
Cierto que Olguita era la pija del barrio ¡siempre llevaba zapatos! y las pijas son como son. Pero ya entonces comprendí que ser negro no era lo mismo para todo el mundo.

Después me hice novio de Clarissa, una negra preciosa de boca pero qué puedo decir yo de esa boca sin rebajarla.
Nada, nada.
Clarissa. Labios menores y mayores. ¿Han estado ustedes en el Baptisterio, en las Puertas del Paraíso, en Santa María del Fiore? Pues algo así. Pero mejor, porque te la chupaba.

Hace poco conocí a un negro africano, que son diferentes de los negros cubanos, con un cuerpo de por dónde empiezo. Lo dibujaré mezclado con una modelo y trataré de atrapar la tensión, según vaya creciendo la tensión y estaré ahí para documentar lo que pase.
Y para lo que pase.

Lo que me lleva a la mezcla. Después de vivir doce años en España y de recorrer Europa de aquí para allá me parece que la solución a las estupideces nacionalistas y a la estupidez en general y a casi todos los problemas de Europa es la importación masiva de negros africanos.
Y a follar. Y a procrear.
Nada de blancos por aquí y negros por allá. Nada de guetos, a mezclarse.
A la vuelta de un par de generaciones tendríamos españoles y europeos más altos, sanos y fuertes, más ricos genética y culturalmente. Más hermosos. ¡Imaginen lo que saldría de una sevillana y un negro gigante de Gambia!

Yo creo que para la vieja Europa los negros son la salvación.

 

martes 19 de enero de 2010

Paradise Lost

 



Dice Savater que hay un adagio latino que afirma que, si los tontos volasen, oscurecerían la luz del sol. Y luego añade que, para comprobar su actualidad, basta pasarse por ciertos sitios de la Red.

Le comprendo perfectamente, porque ya se sabe de antiguo, aunque no haya adagio que lo apuntale, que opinión es sinónimo de situación. Y como la situación económica de Savater, que supongo holgada, proviene mayormente de sus derechos de autor, nada tiene de extraño que opine que lo de bajarse gratis los productos culturales de la Red sea una ordinariez de funestas consecuencias para la creación.

Bien, para empezar, lo del "gratis total" que le achacan los que están en contra de las descargas es una verdad a medias. Porque, para descargar "gratis total", tienes que, primero, ir a la tienda y comprar un ordenador. Segundo, contratar una banda ancha. Tercero, pagar los antivirus. Y la electricidad, mantenimiento, etc.. Y aprender a manejarte, que lleva tiempo, y el tiempo es oro.

Por otra parte, lo que comentaba el otro día con Juan. Porque Juan está preocupado por el asunto por razones parecidas a las de Savater. Cobra derechos de autor. Pero, además, Juan tiene una empresa que da servicios a través de internet. O sea, que se supone que conoce el medio. Y por eso le decía yo: vamos a ver, Juan, lo de si esta bien o mal lo dejamos de momento y nos centramos en si es posible o imposible controlar las descargas. Porque si es imposible controlarlas o sumamente caro hacerlo, todo lo demás huelga por razones obvias. Tu conoces el medio, ¿es posible controlar las descargas?

Bueno, yo he visto unos cuantos programas en los que trataban del asunto del control de internet en países como Irán o China. Y es complicado. El gobierno cierra páginas y el personal se inventa subterfugios -proxis, lo llaman- que las vuelve a abrir. Una guerra perdida para las autoridades.

Sí, se pueden cerrar portales... pero se vuelven a abrir otros, me decía Juan con cierto aire desesperanzado.

Son los avances de la técnica, que todo lo trastocan. Por eso, esto de lamentarse por los derechos de autor perdidos, me parece tan ingenuo como lo de ir en avión a buscar paraísos... también están perdidos. Demasiado baratos los aviones para cosa buena.



jueves 21 de enero de 2010

Alá bi, Alá va, Alá bin, bomba va.


Les contaba el otro día que Savater dice que si los tontos volasen el sol se oscurecería. Y en eso le doy la razón. Aunque como uno anda ya de vuelta en esta vida y también conoce ese adagio que asegura que nunca verás a un tonto pisarse los cojones... el caso es que ya no sé si, donde dice tontos, no sería mejor poner sinvergüenzas, y no por nada sino sólo por comprobar si así nos iban a cuadrar mejor las cuentas... que es que las tenemos hechas unos zorros.

Dicen, y se pasan el día debatiendo en los foros públicos, y cobrando buenos emolumentos por ello, aborto sí, aborto no, catalán sí, español no y viceversa, y conneries por el estilo, como si todo eso se pudiese regular por ley porque el común de la gente obedece ciegamente a nuestros queridos legisladores. Soberbia espirlochería. El personal sólo pide permiso para hacer lo que sea cuando está que no puede con su alma o, en su defecto, tiene rotos los bolsillos. Pero a poco que se sostenga en pie hace lo que le sale, hablando pronto y mal, de la punta del capullo.

Pero ya, donde los políticos rizan el rizo de la sinvergonzonería es en los países de cultura musulmana. En ellos se ven cosas que si no fuese por el sufrimiento que provoca en los chivos expiatorios sería para morirse de risa. Y digo todo esto porque estaba ayer haciendo un poco de zapping cuando, de pronto, voy y caigo sobre Alyasira. Y allí me quedé enganchado. El programa en cuestión se emitía desde Malasia. Truly Asia, que le dicen. La moderadora, no sólo una verdadera monada sino, también, una magnífica profesional con sus escamas y todo. Dictadura obliga. Los intervinientes, dos hombres y una mujer. Los hombres: uno, atildado a lo tradicional, el otro, no menos atildado pero a lo décontracté, ciudadano del mundo. La mujer, belleza de porteadora del Puente sobre el Río Kwai devenida en burguesita de barrio alto occidental. Bien, pues el tema que se debatía era de tal trascendencia que ya había costado la vida a unas cuantas personas amén de las numerosas iglesias cristianas convertidas en cenizas. Y es que según el atildado tradicionalista es de todo punto insoportable que los cristianos llamen Alá a Dios. Decir Alá, es, según el susodicho, patrimonio de los musulmanes. Y que nadie se lo toque. Porque es su cultura. Y así llevan meses en Malasia. Tribunales supremos de justicia, gobierno, parlamento, que no tienen otra cosa de la qué ocuparse que de quienes son los que tienen, y no tienen, derecho a decir Alá cuando quieren decir Dios. Y los listillos del lugar haciendo carrera por el cómodo procedimiento de azuzar a la chusma para que vaya a quemar iglesias que nada que ver con las mezquitas. El caso es que, así, considerado en frío, el debate parecía cosa de idiotas, pero, luego, a la luz de los focos, te dabas cuenta de que era una magnífica representación de los caminos por los que corre el mundo. El atildado tradicionalista, un verdadero hijo de perra, integrista intransigente, en ningún momento perdió la compostura. El décontracté y la burguesita de barrio alto, hartos los dos sin duda de embestir molinos de viento, recurrieron en todo momento a la ácida ironía para manifestar su impotencia. De poco sirve que el tribunal supremo haya sentenciado que los cristianos tienen derecho a llamar a dios como les venga en gana. El debate dejó meridianamente claro que si se empeñan en seguir llamándole Alá será al precio de ver sus iglesias quemadas. Y no pasa nada. Nadie lo va a impedir. Chusma manda. Y listillos prosperan. Sobre todo los atildados.

jueves 28 de enero de 2010

La Arcadia


Fue hace cinco o seis años en uno de esos sórdidos pueblos que rodean Barcelona. La oposición al nacionalismo imperante se estaba organizando y las reuniones a tal efecto menudeaban. Yo, aunque les seguía con interés y simpatía, no solía acudir a ellas, pero aquel día era diferente, actuaba la pareja estelar Espada-Pericay. No es que hubiese mucha gente allí, pero dadas las precarias condiciones del local que las autoridades municipales habían consentido ceder parecía que fuésemos sardinas enlatadas. Roqueros que nunca mueren, sindicalistas sin futuro, espías trabajando para el enemigo, provocadores profesionales... una amplia panoplia, en fin, de rebeldes fracasados. Pero no doblados. Y con el conflicto de las lenguas, omnipresente.

"Sí tan español dices que eres porque te haces llamar Arcadi en vez de Arcadio", le espetó alguien a bocajarro. Bueno, ejem... la escuela, la universidad... pero me bautizaron como Arcadio y mi madre siempre me llama Arcadio.

La agilidad mental de Arcadio, la claridad expositiva de Pericay, aquello fue un verdadero espectáculo. De los que sales con un grado de excitación que te dura hasta bien entrada la madrugada.

Siempre, desde entonces, he seguido a Espada por donde quiera que anduviese. Y he aprovechado las oportunidades que brinda la red para hacerle llegar en numerosas ocasiones mi opinión sobre las suyas. No sé si se habrá parado alguna vez a leer lo que le escribo o considerar mi juicio. Pero, en cualquier caso, en el foro de sus diarios da gusto intervenir por la calidad que suelen tener los comentarios.

Y luego fue y nos anunció que iba a fundar un periódico digital. De pago. Bien, no es que uno ande sobrado de pasta ni de ganas de gastarla en la cosa cultural. Bastante tiene uno ya con lo que cuesta la banda ancha y toda la mandaga del hard y software. Pero era cosa de Arcadio y solté los cincuenta del ala. Factual se llama el invento. Sin entrar en consideraciones de precio/calidad, diremos que entretiene. Que no está mal. Que incluso se aprecian destellos de genio. Por no hablar de las crónicas de Juan Abreu que a un rijoso como yo no pueden sino entusiasmarle.

¿Y saben con qué nos hemos desayunado hoy?
Pues ni más ni menos con que Arcadio abandona Factual. Apenas dos meses ha durado el idilio. ¡Qué país, madre mía! Parecemos todos troskistas. Qué difícil entenderse. Qué difícil perdurar.

viernes 29 de enero de 2010

País de zoquetes.


Hace poco les escribía sobre un, a mi juicio, magnífico artículo de Santiago Grisolía: La superpoblación y la pobreza. Lo uno por lo otro. Y les decía que los lectores de ABC le habían dado la menor de las valoraciones posibles. Hoy,
Grisolía vuelve a la carga con otro magnífico artículo y los lectores de ABC, mostrando sin duda su analfabetismo funcional, le vuelven a valorar con un cero patatero que diría un político cualquiera.

Ya sé que si leen el artículo no entenderán nada a no ser que sean una de las cien o doscientas personas que habrá en España medianamente versadas en esa difícil materia. Pero ahí es donde, a mi juicio siempre, reside el encanto. Y sobre todo la importancia de un artículo así en unos tiempos de crisis en los cada vez se habla más en los foros internacionales de la conveniencia de echar a los españoles de las instituciones comunitarias. Porque España es un verdadero desastre a efectos de competitividad, lo cual, viene a querer decir que el futuro es muy oscuro trabajando en el fogón... que es en donde, al parecer, no tenemos rivales.

Si no me equivoco, lo que ha querido decirnos D. Santiago es más o menos así. Miren ustedes, cuando hablamos de competitividad no nos estamos refiriendo a "raciones y cazuelitas", ni, ni siquiera, las superferolíticas invenciones frankopenaguescas de nuestros cocineros. Nos estamos refiriendo a las cosas de las que hablo en el artículo, es decir, cosas que requieren miles y miles de horas de estudio... y, sin las cuales, es de todo punto imposible que podamos seguir llevando el tren de vida al uso en la actualidad.

Muchas gracias, ABC. Muchas gracias, D. Santiago. Ya era hora de que en este ridículo país alguien se atreviese a contarle al personal lo que es saber de las cosas de las que se habla.

Me voy a estudiar.

lunes 1 de febrero de 2010

La autodestrucción como la más bella de las artes


Anteanoche vi "Tormenta de Hielo" de Ang Lee. Familias de clase media americana, viviendo en un entorno idílico, se aburren. Y buscan emociones fuertes. Y sufren por ello, que es, supongo, lo que buscaban. Porque nada más entretenido que el sufrimiento. Al final, como en los Simson, n´importe qoi, la familia triunfa. Sermón dominical de iglesia pentecostal.

Lo de anoche fue otra cosa. "Barfly". Bukowsky en acción. Sin paliativos. Del dicho al hecho no hay trecho. Ebriedad lúcida. De la tendresse en estado puro. Con un final épico como pocas veces se consiguió.


Jane, who has been dead for 31 years,
never could have
imagined that I would write a screenplay of our drinking
days together
and
that it would be made into a movie
and
that a beautiful movie star would play her
part.

I can hear Jane now: “A beautiful movie star? oh,
for Christ’s sake!”

Jane, that’s show biz, so go back to sleep, dear, because
no matter how hard they tried they
just couldn’t find anybody exactly like
you.

and neither can
I.


viernes 5 de febrero de 2010

To catch a thief


Señores, esto se está poniendo chungo, chungo, requetechungo. Y no me baso para afirmar tal cosa en la acentuación de los tonos dramáticos habituales por parte de los que quieren pillar, PP, lo que ahora disfrutan sus rivales, PSOE, -todos esos sueldos fabulosos-, no, lo digo en función de las anécdotas cotidianas que uno observa y analiza.

El caso es que andaba yo sumergido en las típicas ensoñaciones matinales, nada extraordinario, cuando vino a sacarme de allí una llamada en la puerta. Será Ángel, pensé. El pastor, que cuando viene de la compra suele dar un toque para enseñarme la mercancía y remarcar cuánto le ha "importado". Lo de importar aplicado al coste es un verbo que no había vuelto a oír desde los problemas de mátemáticas de la escuela. Tres pares de huevos importan quince pesetas... etc. En fin. Pues no, no era Ángel. Eran dos tipos uniformados en rojo que vendían alarmas. Dos tipos, todo hay que decirlo, con unos rostros que, en lógica lambrosiana, podríamos calificar como patibularios. Ya saben, esa piel macilenta y esa expresión de inquietud que proporciona el uso prolongado del tranocheo y las sustancias psicoactivas. O, también, las vacaciones a la sombra. Total, que les he dicho que por aquí no hay problemas con los cacos. Y entonces han refinado sus argumentos. Y yo he dicho que sí, que parece que las cosas se van a poner mal. Y ha sido entonces cuando han saltado al unísono: no se van a poner, ya están, pero no mal, muy mal. Ý yo: ya, pero si alguien entra aquí se va a llevar un chasco. Y ellos: sí, pero lo malo es el susto que le dan. Y yo, por si las moscas: o se lo doy yo a ellos; por aquí todo el mundo está armado... y la Guardia Civil está ahí al lado. Y se han largado deshechos en sonrisas. No sé.


Y ya digo, no basándome en la subida del tono dramático que emplean los peperos. Porque lo malo de no tener nada que hacer es que uno sólo se fija en la mierda. Los periódicos y todo eso.
L´Union monétaire en danger, l´euro attaqué, nos dicen desde Le Monde. Se imaginan por un momento la que se iba a armar si el euro se va al carajo. O, más probable, si nos echan del club junto a los portugueses y griegos. Un desmadre. Y en previsión de todo eso, me digo, será que ya hasta por Alar del Rey andan vendiendo alarmas contra los cacos.

domingo 7 de febrero de 2010

Ya nadie se escandaliza o La vida como agonía

DOCUMENTO CONJUNTO DEL SINDICALISMO ESPAÑOL CONTRA LA CRISIS



Lo bueno, o lo malo, de todo esto que dicen está pasando es que ya nadie se escandaliza por lo que dicen o escriben los demás. Imagínense lo que hubiesen dicho y escrito hace tan sólo unos meses los autodenominados progresistas o socialdemócratas o, simplemente, superiores moral e intelectualmente, si alguien se hubiese atrevido a escribir
una cosa así. La vida como agonía. En estado permanente de lucha. Sin sindicalistas que se pasen el día repitiendo sin cesar lo de "a mayor abundamiento" y "es preceptivo". Por no hablar de todo ese rollo del Estado como garante de nuestra salud y educación que no ha servido para otra cosa que agigantar la deuda y crear unas jerarquías políticas que destruyen cualquier atisbo de mérito y creatividad. Bueno, no es mi intención elaborar aquí un listado de lo que sí y lo que no debiera ser para que las cosas fuesen de otro modo mejor. Hemos vivido lo que hemos vivido y nos hemos aprovechado de los resquicios que se ponían a tiro para sortear las lluvias inclementes. Pero el mundo, ahora si que sí, está cambiando y, si en algo se nota, es sobre todo en que ya no hay forma de hacer callar a los disidentes. Las verdades como puños ya no se pueden despachar con el socorrido recurso de tildarlas de demagógicas. Ni mucho menos de "fachas". Ahora, si no te gustan, no etiquetes porque tienes espacio para la argumentación. Si no lo utilizas, es tu problema. Quizá es que no das de sí para tanto. Que eres menos de lo que te creías. Tiempos duros. Darwinismo en acción. Malthus en el horizonte.

 viernes 12 de febrero de 2010

Ni está ni se la espera.


Ayer por la mañana llegaban las nubes a oleadas y descargaban su blanco material. Entre oleada y oleada, si había suerte, lucía un rato el sol. Fue en uno de esos intervalos luminosos cuando, al mirar hacia el jardín, vi una hermosa pareja de mirlos jugando a seducirse. Ya tenemos aquí la primavera, pensé. Es una pareja que vive instalada en el seto de arizonas que defiende al jardín de los vientos del norte. Él, más negro y estilizado que ella, ella, más oronda y cachazuda que él. Siempre andan escarbando en el césped a la búsqueda de gusanos. Y a juzgar por su insistencia, se diría que les encuentran. Eh ahí, me digo muchas veces, una pareja estable y feliz. Lo tienen todo, su casita, su huerto... pero, ¡ay!, ¡puerca miseria!, siempre hay perinquinosos peros: la vecina de al lado se pirria por los gatos. Imposible saber a cuantos alimenta. Todo el pueblo está al tanto de que su marido de vez en cuando hace limpieza a espaldas de ella, pero, así y todo, siempre hay demasiados. Y nunca deja de haber alguno merodeando por el jardín. Merodeando, claro está, con aviesas intenciones. Apoderarse de las tentadoras pechugas de los mirlos. ¡Pobres mirlos!, un ojo en los gusanos y el otro en el más allá de las barricadas. Por donde suele llegar el enemigo. Enemigo que también sabe que yo tengo el tiragomas con su munición a punto junto a la ventana. Todo es verme abrirla y salir disparado.

En resumidas cuentas: ecosistema en acción. El gato defiende a los gusanos de los mirlos. Yo defiendo a los mirlos de los gatos. ¿Y quién me defiende a mí? Y entonces caigo en la cuenta de que soy el eslabón débil de la cadena.

Pensando en tales cosas, o sabe dios en qué, estaba hacia la media tarde cuando, suddenly, un golpe seco vino a sacarme de las ensoñaciones. No tardé en caer en la cuenta de su procedencia: algún pájaro, sin duda voluminoso, se acababa de estrellar contra el ventanal a levante del salón. Los rayos de sol penetrando por poniente le proporcionaban tal transparencia que el bicho se creyó lo que no era y quiso traspasar lo que pensó ser vacío. Y allí estaba, sobre el entarimado al otro lado de la cristalera, patas arriba. Era la mirla. ¡Qué desgracia, madre mía! ¿A quién defender ahora? Porque el mirlo, enviudado ya, se largará con la música a otra parte. Y los gusanos me comerán... el equilibrio roto. Pero tales pensamientos negros no me impidieron salir a toda mecha a prestar los primeros auxilios. Deformación profesional manda. No estaba muerta. Sólo inconsciente. La puse sobre un cartón junto a la estufa a la espera de acontecimientos. A la media hora o así empezó a moverse. No tardó en sostenerse sobre las patas. Un rato más y la saqué al exterior. Otro rato y se metió entre las arizonas. Hoy, todavía no les he visto por el jardín. No sé si será por el manto blanco que le cubre o porque a la mirla le duele la cabeza. Habrá que esperar.

Desde luego que uno nunca sabe dónde la tiene. De donde menos se espera salta el tortazo. Y la primavera... ni está ni se la espera.

sábado 13 de febrero de 2010

METROPOLIS





La pudimos ver anoche en ARTE. Retransmitida desde la Puerta de Brandeburgo. Con temperaturas glaciales. Huele a filonazi que debiera tirar para atrás. Y sin embargo. La estética nos pierde. Y la innovación. Año 27 del siglo pasado.

Por lo demás, la tesis: entre el cerebro -el capital- y la mano -el trabajo- debiera estar el corazón. El Sagrado Corazón de Jesús. Por eso, supongo, pusieron tantos por los altos en España cuando lo de Franco, en sus principios. El perfecto mediador en la lucha de clases. Se acabaron los líos. Buenismo en definitiva.


viernes 19 de febrero de 2010

Textil


En la jerga de los nudistas yo sería un "textil". O sea, un tipo que cuando va a la playa no se quita el traje de baño así le maten. Para ser exacto, ni el traje de baño, ni la camiseta de manga larga, ni la visera de beisbolista, ni las gafas ahumadas, ni la sombrilla caso de tenerla a mano. Es que, saben, el sol sobre la piel, y no digamos los ojos, me molesta cantidad. Y si la exposición se prolonga, por la noche, entre otras sevicias, ni veo. Pero, bueno, no creo que el sol lo justifique todo. También, supongo, tendré otras motivaciones por ahí dentro que necesitarían del sacacorchos analítico para salir a la luz. ¿Quién sabe? A veces puede ser algo tan simple como complejo de cuerpo mierdoso, pene ridículo... en fin, mejor olvidarse... y no mirar a los de la foto para no hundirse todavía más.

El caso es que a los nudistas les tengo un gran respeto. Y no sólo porque, desde que una vez, hace ya mucho, me aseguraron que a las playas nudistas sólo va gente culta tiendo a asociar nudismo con alto nivel cultural. No, lo que verdaderamente me induce al respeto e, incluso, la admiración, es esa elevada manifestación del espíritu que consiste en mostrar las propias vergüenzas al respetable sin que ello suponga el menor menoscabo de la autoestima sino todo lo contrario.

Y en esas estábamos cuando, de pronto, voy y caigo en la cuenta: ¿textil?, ¿de cuerpo o de alma?
Y es que al darme la vuelta he visto en las estanterías, resaltando, el lomo amarillo de "Las confesiones" de San Agustín. Y el gris del "Cuadern Gris" de Pla. Y el rojo y negro del "Libro del desasosiego" de Pessoa. Desnudez en estado puro. Así es como soy. Me tomas o me dejas. Pero no me vengas luego con el cuento de que no te advertí.

Las propias vergüenzas, ¡ay!, las unas por las otras, las de dentro y las de afuera, cada cual escoge las que prefiere exhibir. A veces las dos. Las más de las veces, unas. O ninguna de las dos. Y siempre calibrando el propio 
beneficio. ¡Textiles todos al fin! Me desacomplejo. 

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