martes, 12 de enero de 2016


domingo 23 de septiembre de 2007

¿Informal? ¿Pero qué se ha creído usted que es esto? De entrada, no supe que pensar. Porque una señora tan enseñorada no se pone así por un quítame allá esas pajas. Pero estamos acostumbrados a verla por sus fincas, entre caballos, con pañuelo a la cabeza, campesina total, así que por quitarse un rato la corona para entre mil fotos formalistas hacer una que sea más de la vida cotidiana, tampoco parece tener la menor importancia. Y, sin embargo, después, hilándolo con otros acontecimientos, he caído en la cuenta de que sí, que la señora sabía muy bien lo que se hacía.

Ahí tienen al actual Papa, Benedicto XVI, creo, que va y dice que el que quiera, cura se entiende, puede celebrar la misa en latín. Rápidamente han aparecido teólogos y curas progres en los medios de su cuerda para demonizar la medida porque, según ellos, aleja aún más a los fieles de la Iglesia. Bien, en cualquier caso, no creo que el latín les vaya a alejar mucho más de lo que están porque es prácticamente imposible. Sería mucho mejor, sugiero, que todos esos críticos propusiesen algo con más enjundia para acercar a los fieles que lo de comulgar con galletas y cosas por el estilo. Pero ya se sabe, para un progre, siempre algo cura, si disminuyen las ovejas, nada de ir a por el lobo, no, lo suyo es sentarse a esperar que el lobo se haga vegetariano. Concluyendo, que ya se dicen misas en latín porque así lo ha querido el Papa Ratzinger que, según amigos que tengo en Salamanca, ya saben, La Pequeña Roma, es la mejor cabeza que ha tenido la Iglesia en varias generaciones. Y parece que tienen éxito.

Por aquello de no ser prolijo, que equivale a plasta, añadiré sólo otro detalle de similar alcance. Hace días unos "aberzales navarros" intentaron arrancar de sus pedestales unas banderas españolas que había en la sala en la que iban a dar una rueda de prensa. Como no pudieron conseguir su objetivo porque la alcaldesa del lugar, en previsión de futuros desacatos, había ordenado aherrojar a cal y canto las citadas banderas, los también citados "aberzales navarros" optaron por dar la rueda de prensa en los pasillos. Quedó claro que les importaba un bledo lo que tenían o dejaban de tener que decir al respetable -nada, por otra parte, que el respetable no esperase o supiese-; lo único trascendental para ellos era la escenografía, es decir, los símbolos que se ofrecían al escrutinio de los medios de comunicación de masas.

Y aquí es a donde quería llegar yo, a los símbolos. O al mundo simbólico por contraposición al real. Bueno, ni por asomo se me ocurriría ponerme a teorizar sobre tal embrollo de ideas controvertidas. El que quiera saber de eso se puede ir a esos franceses que llamaban estructuralistas, simbolistas, o cualquier cosa acabada en ista. O en ólogo, como fenomenólogo. Ellos saben de eso, al parecer, más que nadie. De eso y de casi todo. Roland Barthes, Merleau-Ponty, y así, que, al margen de su dudosa utilidad para esclarecer, son la mar de entretenidos. ¡Qué pico, señores! En fin, total, para despachar en dos palabras: monarquía, religión, nacionalismo, tres entelequias que se sustentan en la pureza de los símbolos que les representan. Vulgariza esos símbolos, relativízalos, trivialízalos, y en cuatro días la chusma te ha tirao todos los palos del sombrajo por el suelo. Porque, que nadie se llame a engaño, la chusma sólo respeta lo que teme. Y teme lo que le impone, lo que no entiende: el fasto, el misterio, el latín, los tiros en la nuca, y todo eso. Ya digo.


viernes 28 de septiembre de 2007
Uno tiene a veces la sensación de que, por lo que sea, vive aplastado por los complejos. A los de inferioridad me refiero. O, lo que es lo mismo, que por tener patológicamente hipertrofiado el sentido del ridículo se guarda muy mucho de poner por obra lo que para la mayoría de los mortales no son más que ingenuos pasatiempos o provechosas actuaciones. Y, si por casualidad, de vez en cuando, se le escapa a uno la autocensura y se muestra con normalidad ante el respetable, Dios quiera que ni por asomo lleguen de rebote comentarios al respecto cargados, no ya de censura, si no simplemente de ironía o sorna ya que, en tal caso, el sentimiento de humillación y vergüenza es tan desproporcionado que entran ganas, no digo ya de morirse, pero sí de esconderse de por vida en donde no le vuelvan a ver a uno el pelo. Ya digo, patología y de las graves.

Pero, si grave es no alumbrar al santo por falta de velas, no lo es menos quemarle por exceso de ellas. Esa seguridad en sí mismo, ese saber de todo, ese, en fin, poner, sin pararse en mientes, las peras al cuarto a cualesquiera que ose, por mínima y educadamente que sea, llevarle la contraria. Y venga a largar por ese pico de oro juicios de valor sobre todo lo humano y divino -a veces, por lógica estadística, incluso parecen acertados-. Y venga a impartir doctrina. Y venga a comportarse como un atleta moral que salta por encima de las propias contradicciones como si fuesen pelillos a la mar para hacer en cada momento lo que más le apetece que, por supuesto, es lo correcto, lo sabio y, cómo no, lo chic. ¡Cómo les envidio!

¿Envidio? Bueno, sólo hasta que caigo en la cuenta. Y es que viendo y escuchando a esos tipos es difícil no acordarse de aquello que dijo en cierta ocasión un tal Montesquieu: "en todas partes veo hombres que sin cesar hablan de si mismos; son sus conversaciones un espejo que siempre retrata su impertinente cara; hablan de las menores cosas que les han sucedido y quieren que la eficacia con que las pintan les dé valor a los ojos ajenos; todo lo han hecho ellos, todo lo han visto, todo lo han dicho, y todo lo han pensado; son dechado universal, materia inagotable de comparaciones y manantial inexhausto de ejemplos. ¡Oh! ¡Qué insulsa cosa es el elogio que se refleja en el mismo sitio de donde sale!


domingo 30 de septiembre de 2007
No, estén tranquilos que no voy a tratar de la impotencia que es causa del mayor volumen conocido de spam en la corta vida de internet. Ya saben, Viagra a perra chica el tubo, big is better, y cosas por el estilo. Me quiero referir a la que casi a diario, desde hace años, vemos con indiferencia en nuestras pequeñas pantallas mientras comemos, cenamos o, simplemente, practicamos la nefasta costumbre de hacer bolillas con los restos semisecos de nuestras secreciones nasales. Vemos, digo, a esas turbas palestinas transportando en volandas a sus muertos a la vez que lanzan gritos desgarradores y pegan tiros al aire. Y como en toda celebración tiene que haber un fin de fiesta, pues van, agarran la esfinge de cualquier mandatario americano o israelí y la prenden fuego. Y los más atrevidos ejecutan danzas rituales alrededor de las llamas.


Y mientras tanto, sus señoritos, los Arafat de turno, tomando baños de sol y bebiendo gintonics en los balnearios egipcios del Mar Rojo. O fatigas por el estilo. Y nadie les pide cuentas porque, claro, entre fabricar el muñeco, luego prenderle fuego y después bailar alrededor, no queda ya tiempo ni ganas para nada. Y menos todavía que nada, ganas de hacerse a un lado y abrir los ojos para buscar el portillo por el que poder escapar. El portillo de caer en la cuenta de cuales son las verdaderas causas de su miseria. O de sus frustraciones en el caso que nos ocupa.

Y así pasan los años y tú desesperando. Pero bueno, como dijo el otro, mientras haya un mechero a mano.


martes 2 de octubre de 2007

¿Y por qué no? Porque como dijo una vez un inefable "lekandari", ¿qué hay de malo en ello? Y es que, ¿acaso no está para comérselo? Desde siempre han disfrutado los progenitores viendo a sus más pequeños retoños ataviados con el traje típico de la región. Traje que precisamente es típico por venir usándose desde antiguo, unas veces como prenda idónea para realizar sin trabas los trabajos que propiciaron el desarrollo económico de la comunidad, y otras como gala para fiestas y eventos señalados.

Todos los que peinamos canas, aquí en España, sabemos de la ingente labor que como conservadores de esas y otras tradiciones realizaron instituciones como la Sección Femenina y Educación Sin Descanso. Si no hubiese sido por ellas, a buena hora podrían ahora tener las Comunidades Autónomas toda esa panoplia de viejos ritos y costumbres con la que construirse una identidad debidamente diferenciada de la de sus asquerosos vecinos.

En fin, una vez un tal Shakespeare puso en boca de uno de sus personajes, Hamlet creo, que, respecto a eso de las tradiciones, el pensaba que había más honor en abandonarlas que en conservarlas. Bien, todo el mundo sabe que Shakespeare era un puto resentido que no sentía el menor, no digo ya amor, sino respeto por el país en el que nació. Y de su historia, ya, ni digo, puro desprecio: siempre recreándose en los trapos sucios. Ya saben, los que los bien nacidos lavan en casa.


miércoles 3 de octubre de 2007
Supongo que el nombre de Paul Moresby dirá bien poco a la mayoría de la gente. En cierta ocasión adquirió cierta notoriedad, más bien modesta, porque el pope español de la red de redes, Don Arcadio, recomendó a los lectores de su blog, entre los que me encuentro, que echasen una ojeada al de Paul. Paul es australiano y de ahí, deduzco, el nombre de su blog: Observaciones desde las antípodas ( http://www.paulmoresby.blogspot.com/ ).

Desgraciadamente, por lo menos para mí, Paul se despidió de sus lectores en junio de este año porque las circunstancias de su vida le obligaron a regresar a su país. Pero nos dejó una colección de "entradas" no sólo interesantes -al estilo de Las cartas Persas de Montesquieu o Las Cartas Marruecas de Cadalso- sino también llenas del morbo propio de quien tiene el corazón partido por culpa de las mujeres y no le importa sincerarse. Bueno, si alguien siente curiosidad, ahí sigue colgado, y congelado, en la red en la dirección arriba señalada.


Les mostraré un ejemplo de lo que da de sí Paul.



Yo fui un día a la universidad con el diario ABC bajo el brazo. Al principio noté cómo mis compañeros me miraban de un modo extraño y sin disimulo, como si trataran de advertirme algo de lo que yo no me había dado cuenta. ¿Será que me he dejado la bragueta abierta?, llegué a pensar. Me sentí incómodo. Cuando ya había ocupado mi asiento en el aula, un compañero de pupitre me dijo, señalando al periódico, con cierta indignación:
-Oye, ¿y tú decías el otro día que no eres conservador?

Parece ser que si uno lee un periódico conservador, tiene que justificarlo. Si lee un periódico de izquierda, no. Y si el periódico es nacionalista, también está a salvo.

La inquisitorial pregunta de mi compañero de aula me ha recordado que al filósofo británico David Hume, que tenía fama de ateo, un día le reprocharon que fuera los domingos a escuchar el sermón del sacerdote John Brown en la iglesia. ¡Pobre David Hume, criticado por todas partes! Lo que el filósofo respondió en aquella ocasión fue algo parecido a esto:
-Yo no creo en todo lo que el ministro afirma, pero Brown sí lo cree. Y al menos una vez a la semana me gusta oír a un hombre que cree, firmemente, todo lo que dice.

Algo así me hubiera gustado contestarle a mi compañero.

****

Enfin, pudiera haber sucedido en cualquier universidad, pero por si pudiese añadir algo más de sal a la anécdota diré que fue en la Pompeu Fabra de Barcelona.


viernes 5 de octubre de 2007
"Gente maja", sí, hombre, ¿no te acuerdas?, se decía de personas que militaban o estaban próximas al "partido". Si accedías a la categoría de "gente maja" automáticamente se te asignaba un gabinete de imagen del que formaban parte todos los miembros del clan. Y de ahí, que sin comerlo ni beberlo te encontrabas con un aumento de prestigio, no sólo como persona, sino, lo que era mucho más importante, como profesional. No fueron pocos los que ascendieron en el escalafón gracias a, o bien a militar, o, lo que podía ser incluso más rentable, a dejarse querer por los cuadros de militantes constituidos -células se llamaban-. Y es que, hasta que no has pasado por ello no sabes lo que es disponer de un gabinete de imagen: continuamente te llegan noticias de que alguien te ha puesto por las nubes. Y, puestas así las cosas, o eres un genio o te lo acabas creyendo. Y si te lo crees, lo normal es que quieras comerte el mundo. El mundo o España, cual fue el caso cuando Felipe ganó por primera vez las elecciones y la "gente maja" se paso en masa al Partido Socialista. Lo que los ingleses llaman un landslide y en Santander y Asturias un argayo. Bueno, en Asturias ahora, argayu. En fin, total, que fueron a por el copo: no hubo puesto de responsabilidad en el sector público, por modesto que fuese, que no fuera asignado a un miembro, o miembra, del clan de la "gente maja".


Claro que no todo eran parabienes. Podía resultar que después de un periodo de coqueteo con la "gente maja" , tras caer en la cuenta de que las mafias no te iban, te empezases a mostrar renuente, esquivo, o actitudes por el estilo. ¡Ay amigo! Entonces ibas dado. Automáticamente el gabinete de imagen invertía su mensaje, y lo que antes era cantar tus virtudes se convertía como por ensalmo en pregonar tus vicios. Reales unos, inventados otros. Y de los más nefandos. No tardabas en quedar convertido en un trapo. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, te veías forzado a pedir el traslado lo más lejos posible, a donde no llegasen los tentáculos de la organización. Vana ilusión: estabas marcado y lo seguirías estando por los restos. ¡Pues menuda es la gente maja! Está por todos los sitios.

domingo 7 de octubre de 2007
Recuerdo, allá, por los tiempos de Matusalén, una tarde de domingo jugando a las cartas con los amigos con la monserga del Carrusel Deportivo como música de fondo. De pronto, una frase campanuda robó toda mi atención. Era la voz campechana de Matías Prat Senior: "hace una tarde premonitoria", dijo. ¿Premonitoria de qué?, pensé inmediatamente. Nunca lo llegué a saber. Para Don Matías la tarde era premonitoria y punto. Vamos, que nos advertía de que podía pasar cualquier cosa por medio de un adjetivo pentasílabo al que su canora habilidad convertía en una casi sinfonía. Lo ideal en definitiva para mecer el adormecimiento de las soporíferas tardes dominicales.


El caso es que, por aquel entonces, la palabra premonitoria era de adquisición muy reciente para mí. Era cosa de la asignatura de Patología General. Toda enfermedad, antes de mostrar en todo su esplendor el cortejo de síntomas que la identifican, suele dar unas señales de escasa repercusión sobre el estado general, debido a lo cual no es infrecuente que pasen desapercibidas. A esas señales se las conoce con el nombre de síntomas premonitorios. Un médico hábil puede cimentar su prestigio en el reconocimiento de esos síntomas ya que en ese estado de la enfermedad es mucho más fácil atacarla con éxito.

Total, que a lo que iba, que esos síntomas premonitorios sí que les tuve bajo mis narices y fui incapaz de olfatearlos. Me refiero a los que ya apuntaban hacia la inminencia de esa pestilente pestilencia, por así decirlo, del nacionalismo vasco. Era en Vallado, comenzando los sesenta, miles de estudiantes de toda España, entre ellos multitud de vascos. Era fácil distinguirlos. Propensos al gregarismo, bebedores, un pelín manirrotos, y, por supuesto, cierto aire de familia acomodada. No se les podía negar la gracia del señorito. "Mira, ahí viene un grupo de suecos", decía uno. ¿Suecos en Vallado? Mirabas con interés y qué es lo que veías: un grupo de aldeanos de escasa estatura con el cuello torturado por el sol y la gorra calada. Eran inconfundibles; todos sabíamos que venían a la capital a examinarse para el carné de tractorista. Luego llegaba el día de Santa Águeda y el gregarismo de los vascos subía unos cuantos puntos. Se juntaban para ir cantar por las calles, tocados de chapela y palo de avellano, no sé qué canciones típicas de su tierra. "Tú, como tienes apellidos vascos, si quieres puedes venir con nosotros", me decían. Pero yo, ya entonces, padecía esa extraña enfermedad que te impide pertenecer a cualquier grupo que no le importa aceptar en su seno a gente como yo. No les acompañaba, claro está. Ahora que el chiste que más gracia les hacia a todos ellos era el de aquel maketo con cualidades de Estentor -ya saben, aquel personaje de la Iliada que gritaba como cincuenta-. Fue en el estadio de San Mamés, el que dicen la catedral del fútbol, que tras un golazo del equipo local, el maqueto estentóreo transido de entusiasmo patrio lanzó un "GORA EUSKADI HASTA CALCUTA" que dejó todas las gradas mudas de emoción.

Bueno, no digo que aquellas gracias y costumbres de aquellos vascos nos dejaran indiferentes al resto de los estudiantes. Incluso, puede que en ocasiones intuyéramos algo de lo que se estaba cociendo. En fin, exprimiendo la memoria, me vienen otras anécdotas que hacen al caso, pero no quiero cansar con lo que ya no sirve para nada. Porque ya digo, los síntomas premonitorios, o los identificas y atacas a su debido tiempo o mejor olvidarse de ellos.


miércoles 10 de octubre de 2007
No, no se asusten, este niño no es un LOGSE´victim. Ni siquiera es español. Y además, para más complicar el entendimiento de la realidad, es muy probable que sus padres hayan tenido que estudiar en el colegio una asignatura de similares contenidos a la de la controvertida Educación para la ciudadanía.

Por lo tanto, eh aquí una prueba más de que es absurdo entrar en controversias sin sentido. Sí, por lo menos en España lo mejor, creo, es mantenerse al margen de todo lo que huele a política partisana. En tales casos, lo suyo es ser monárquico a secas, y allá cuidados.

¿Qué los padres quieren educar a los niños para que sean buenos ciudadanos? Vuelvo una vez más a la sabia pregunta del inefable "lekandari": ¿por qué no? ¿Qué hay de malo en ello?

¿Qué no quieren que el Estado se meta en lo que sus hijos deben hacer o pensar? Bueno, sus razones tendrán. Y sus preferencias. En su derecho están.

De todas formas, una vez vistos los efectos producidos por aquella encantadora Formación del Espíritu Nacional, les diría a los padres, tanto los de una como de la otra preferencia, que tranquilos, que no gasten muchas energías y tiempo en tal asunto porque está garantizado casi al cien por cien que todo intento de adoctrinamiento, una de dos, o queda en agua de borrajas, o produce un efecto inverso al pretendido. Y de ahí tantas de las imbecilidades que nos estamos viendo obligados a soportar hoy día. Aquellos polvos...
En fin, si por mí fuese, mandaría al garete todas esas mandangas y pondría a los niños de vez en cuando algún vídeo por el estilo de éste: ( http://www.youtube.com/watch?v=mgNUMcdGId0 ).


sábado 13 de octubre de 2007
Como "instalación" o "performance" reconocerán conmigo que no está nada mal. Borroka, que supongo es la forma vasca de decir barroco, o sea, esa forma de arte que, según dicen los entendidos en la cosa, a falta de nuevas ideas, se recrea en colocar jeribeques al siempre austero racionalismo que le precedió. Jeribeques, o, en vascuence, jeribekes, como los de La sagrada Familia de Barcelona o el Guggenheim de Bilbao. Por no hablar de La Ciudad de las Artes de Valencia, así, en plan de "mira papá lo que soy capaz de hacer". Ya saben, con el codo en la rodilla y el índice en la punta de la nariz. Monerías. Adornos y más adornos que hacen las delicias de las turbas aculturizadas que se apuntan con entusiasmo a ver lo que sea gracias al momio de los vuelos low-cost.


Ya verán, dentro de nada llegarán miles, millones acaso, de turistas a Bilbao y San Sebastián -Donosti para los auténticos-, en esos vuelos a pedal para extasiarse ante la belleza del barroco callejero que practican sus moradores. Coches, contenedores, cajeros, convertidos en columnas de fuego cual fastuosas guirnaldas colocadas para la fiesta del fin del mundo.


Sí, sí, hay que reconocerlo, hace bonito, entretiene y no hacen falta nuevas ideas para realizarlo. A cualquier calle, avenida o aparcamiento, se le adorna con un estallido de lo que sea y ya está, jeribeke al canto. Al alcance de cualquiera, vamos. ¡Qué más se puede pedir! ¿Qué de vez en cuando la palma alguien? Bueno, hombre, no se ponga usted así. Son los daños colaterales inherentes a cualquier actividad artística. Un precio que, bien visto y pensado, es ridículo. Porque, a ver, ¿qué espectáculo, o performance, o instalación, de entre todos esos que ejecutan los más afamados artistas internacionales, ha tenido tanto público, ha conseguido dar tanto que hablar, ha hecho correr tanta tinta y cintas de vídeo como el arte borroka? Y encima nos quejamos.

En fin, menos mal que tiene pinta de ir para largo. E, incluso, todo apunta a que, si la autoridad competente no lo impide, las técnicas pirotécnicas podrían mejorar considerablemente. ¡Pues menudos son los vascos! Y lo larga que la tienen. Ni siquiera pueden mear desde lo alto del puente colgante porque se les moja el pito en la ría.


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