sábado 8 de septiembre de 2007
Iba carretera
adelante, pensando en sabe Dios qué, con una ligera brisa de popa que hacía el
pedalear casi imperceptible. Me ha sacado del ensueño un ruido desconocido, y
no discreto por cierto, que venía en pos de mí. Ni coche, ni tractor; tampoco
camión. No he tardado en salir de dudas: lo que me ha adelantado era un quad.
¡Vaya por dios, otro que tampoco ha querido estudiar!, he pensado divertido. Y
he seguido cavilando sobre el asunto mientras me deslizaba silencioso entre los
campos de rastrojos. ¿Se habrá investigado la relación que hay entre
determinadas actividades de las denominadas lúdicas y la renuencia al estudio
de las personas que las practican? He aquí inmejorable materia para una tesis
doctoral. Los quad, por ejemplo, ¿qué tipo de gente los compra y usa? ¿Cuál ha
sido su actitud respecto a los estudios? ¿A qué nivel han llegado? ¿Si no han
pasado de lo elemental, ha sido por falta de medios o por pereza mental? En
fin, se me podrían ocurrir otro montón de preguntas como para configurar un exhaustivo
formulario, pero no es esa la cuestión: lo científico para los investigadores;
la divagación para mí.
Porque el caso es que
siempre que veo a alguien, generalmente treintañero, haciendo lo que simple y
llanamente me parece una imbecilidad, recuerdo el que me parece muy certero
comentario de Félix de Azúa para tales ocasiones: "y todo por no haber
querido estudiar". Y no es que tenga que ser matemático lo uno por lo
otro, causa, efecto, no, que en la vida hay de todo y no para uno de llevarse
sorpresas, pero no me negarán ustedes que lo menos que una persona normal puede
pensar de un joven que dedica sus ocios a transitar a toda pastilla por entre
los campos de rastrojos montado en un quad es que es si no un perfecto imbécil
por lo menos un caprichoso infantiloide y por ende semianalfabeto. Por no
hablar de maleducado y antisocial, que sólo estar en posesión de tales
características hacen explicable que se les dé una higa las molestias que
causan con el atronador ruido que meten. Y añadamos por demás el inútil
dispendio de carburante en esta época de estrecheces energéticas. En fin, para
mí que los usuarios de los quads son la típica gente malcriada a la que a muy
temprana edad se les adjudicó la curiosa bicoca del "no sirve para los
estudios". ¡No sirve para los estudios! Y, hale, a darse la gran vida
mientras sus iguales en edad sacrifican juegos y aficiones en aras del desasne.
Resumiendo para no
cansar: que aunque nadie esté libre de culpa en lo de ser una molestia para los
demás, los verdaderos expertos en tal materia son, a mi modesto juicio, los que
habiendo tenido medios no estudiaron porque a sus papas les resultaba más
confortable consentirles todo que meterles en cintura.
lunes 10 de septiembre de 2007
Se
desgarra por dentro.
Busca
el quiebro más limpio.
Trata
de controlar la respiración para llegar hasta el final de una modulación que
serpentea en el aire.
Salta
en el vacío y quiebra su andadura para diluírse en un quejido doloroso y
estremecedor.
Así describió alguna
vez alguien el arte de Camarón. Cada vez que las releo es como si le estuviese
escuchando y me vuelve a conmover toda aquella fuerza que tenía para transmitir
la angustia que sin duda le corroía por dentro. No podía disimularlo: todo en
el eran pulsiones suicidas que no trataba de domesticar; al revés, las daba
rienda suelta y acababa por sumergirse en un marasmo de sensaciones que le
atenazaban el corazón. Y de ahí su quejío estremecedor, como si pidiese piedad
a los dioses, con rabia de sí mismo, con desesperación, con ternura, con todos
los matices del sentimiento dolorido que le estaba martirizando. El resto del
milagro lo hicieron las dotes para la música que la madre natura le concedió al
nacer.
martes 11 de septiembre de 2007
¡Jo, menuda movida
que montaron ayer los catalanes! Y anteayer los vascos. ¡Pandilla de pillos! Ya
lo dijo Nosequién: "en los principios si un mal, aunque sea leve, se
descuida, fuerzas del abandono va cobrando, que el remedio después inutilizan".
Y ahí estamos ya, con la amarga sensación de que lo cosa se ha podrido tanto
que ya no tiene remedio. A esa gente le da igual arruinarse, morirse, lo que
sea, porque son tan radicalmente españoles, tan honrados y principales, que,
aun a sabiendas de estar errándola, prefieren sostenerla que enmendarla. Pues
nada, adelante con los faroles, y que sea lo que Dios quiera. Y al que no le
guste, que le sirva de consuelo saber que, en cualquier caso, siempre hay más
honor en huir callando que en vencer respondiendo. ¡Ancha es Castilla! Y rica
por demás.
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