lunes 22 de
febrero de 2010
Infinita,
qué?
Cantabria, de soltera Santander y de casada, infinita. Qué bella es, dice la canción. Aunque, si quieren que les diga mi verdad, el "es" lo cambiaría por "sería si..."
Total, que íbamos de gira bicicletera por esas llanuras de la margen izquierda del Pas, desde Puente Arce, río arriba, hacia Vioño y Zurita. Qué duda cabe que, a pesar de ser tierras de horizontes limitados y clima matarrodillas, el territorio podría tener su encanto si...
Todas esas viviendas diseminadas por el valle. ¿Pero qué clase de arquitectos han firmado esos proyectos? ¿Acaso son el producto de un concurso de fealdad refinada? Y, luego, esas urbanizaciones de chalecitos amontonados, como si fuesen casas de guarda-agujas pintadas al pastel y con algo de madera noble al aire por la cosa del linaje. Y todo oliendo a mierda por todas las partes. Porque es que muchas de esas casas horrorosas tienen algunas vacas y sus dueños gustan de colocar la mierda donde pueda ser disfrutada por ellos, sus vecinos y los posibles viandantes. La mierda de las vacas justo enfrente de la casa y, en un lateral, un cúmulo de trastos viejos inservibles que no se sabe si es que les da pena, o es pereza, el deshacerse de ellos. Parecen instalaciones de esas que montan en los museos los artistas de vanguardia. Y ya no les digo nada si perteneciesen ustedes a una de esas asociaciones que se dedican a liberar enanitos de los jardines. En esos valles podrían hacer su agosto. Enanitos, burritos y demás blancanieves. Y, por supuesto, sin olvidar las águilas imperiales que presiden el acceso al jardín por una puerta a todas luces desproporcionada respecto a lo que hay detrás. Y, claro, a todas esas lindezas del paisaje, añádale usted las innumerables obras de embellecimiento del plan de salvación del empleo diseñado por el gobierno de la nación. Acabadas o por acabar, han llenado todos los espacios públicos de cemento y colorines y, ¿cómo no?, de mesas y barbacoas.
Pues bien, todo eso, pelillos a la mar. Pelillos a la mar si lo comparan con el tema perruno. ¿Pero qué es lo que le ha dado a toda esa gente con los perros? ¡Madre mía! Vayas por donde vayas siempre tienes cerca un perrazo ladrándote como si acabases de violar a su novia. Pero cómo podrán vivir con ese ruido infernal. Está claro que allí nadie lee libros. No podrían aunque quisieran, que lo dudo. Atados a la puerta de casa... pero no siempre. ¡Ven, ven, que te he dicho que vengas aquí!, le gritaba un pitecántropo lugareño a un perrazo que venía hacia nosotros mostrando unos colmillos poco amigables. Menos mal que el terreno era llano y teníamos el viento de espalda, que si no...
Los perros, bueno, en las páginas web dedicadas al ciclismo se suelen ver recomendaciones al respecto. Se considera muy conveniente ir provisto de un ahuyenta-perros ultrasónico si se cicloturistea por el campo. Por algo será. Es que, ¿no se han dado cuenta? El perro es a su dueño lo que el sicario al capo mafioso. Fidelidad sin resquicio hacia lo propio, odio sin límite hacia lo extraño. Quizá esa sea la razón por la que tiene tanto éxito. Aunque para ser exacto en el diagnóstico habría que tirar del psicoanálisis. Porque no son normales esos amores. Los del dueño hacia el perro, quiero decir. Porque, además, la milonga esa de que son animales guardianes o de defensa no se sostiene. El que va a por ti tiene mil formas de deshacerse de tu perro por muy fiero que le pintes. No, para mi, que lo que el dueño del perro quiere es imponerse a la gente pacífica. Asustarla. ¡Si no hace nada!, te dice entre risas. Faltaría más. ¡Chusma de mierda!
Perdonen el vómito habido, pero es que me da rabia. ¿Pero por qué no querrá estudiar un poco esa gente con todos los medios que tienen a su alcance?
Por lo demás, maravilloso día del tardoinvierno.
martes 23 de
febrero de 2010
Para
partirse de risa
Seguro que hay mucha gente que piensa que el chiste adjunto es para partirse de risa. El colmo del ingenio. Algo así como un torpedo en la línea de flotación de la madre de todas las injusticias. La explotación del hombre por el hombre y todas esas cosas que suenan a soflama de sacristán reconvertido. Los evangelios reinterpretados. Pobre bueno, rico malo. Poderoso torturador, obrero Santa Teresita de Lisieux. Las típicas antinomias para recreo y regocijo de fieles a la causa. Analfabetos funcionales en definitiva.
En fin, mal asunto. Historia de una decadencia sin retorno. Porque este señor, Forges, antaño sabía reírse de sí mismo. Y de su madre. Y ya ven, ahora identificando al enemigo exterior. ¡Ya te digo!
viernes 26 de
febrero de 2010
estosololoarreglamosentretodos.org
¡Ja! Gente de buena voluntad. Entre todos. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
Un grupete de gente importante, de mucho éxito en sus negocios, ha abierto una página web, www.estosololoarreglamosentretodos.org, con la finalidad pretendida de ayudar a la gente común a pillar un poco de confianza en el el sistema. Nuestro sistema político autonómico y demás yerbas.
¿Confianza, dicen? ¿Pero en base a qué? ¿Acaso es que estamos viendo que se haga algo en alguna parte que apunte en la dirección de lo racional? Nada de eso sino todo lo contrario. Aquí, se diría, a lo único que aspira el personal es a colocarse lo mejor posible con vistas a la recogida de los restos del naufragio. Quizá es porque han leído lo de Robinsón Crusoe y piensan que atrapando unos cuantos pecios a la deriva y echándole un poco de imaginación te lo puedes montar divinamente. Lo que ignoran es que la isla a la van a llegar no está desierta sino llena de alimañas carroñeras comiéndose unas a otras.
¿Que en qué baso mi siniestro pesimismo? En lo que veo. Esas agencias de colocación a las que
eufemísticamente llaman "partidos políticos". Si tu pillas el puesto me dejas a mi en la calle. ¡Y qué puesto! Cinco mil del ala al mes. Y comidas gratis en Zalacaín. Y ni el bachillerato se exige.
Oye, me digo yo, por qué en esa ristra interminable de Parlamentos que tenemos no se ponen de acuerdo los políticos y votan una ley que especifique los méritos académicos mínimos que deben adornar a los aspirantes a sillón. Y, luego, sobre sus emolumentos. Sabido es que hay países en los que un cargo político nunca puede ser remunerado con más dinero del que ganaba en su anterior cargo civil. O sea, por ejemplo, Zapatero, cero patatero euros.
Ya, ya sé, está feo meterse con los políticos. Mucho más rentable apuntar hacia los banqueros. Con su levita y sombrero de copa. Pero ya, así, no se engaña a nadie. A nadie que tenga estudios, al menos. Los principales culpables de lo que pasa son los políticos. Y a por ellos hay que ir. ¿Cómo? No tengo ni idea. Hace poco, un conspicuo representante de la vida política local me pidió que me presentase a las próximas elecciones municipales. Mi sentimiento fue de horror. Pero, quizá, me digo a veces, en vez de hablar tanto me debiera sobreponer y entrar al trapo que me han propuesto. En fin, que va a ser que no.
viernes 5 de
marzo de 2010
Situación
complicada
El otro día leía en un artículo de Salvador Sostres que un político catalán, muy elegante él y de verbo comedido, tenía bien demostrada su probidad por el hecho de haber empleado como chófer personal a un amigo de la infancia. Se daba la curiosa circunstancia de que si no hubiese sido porque la familia del amigo, muy ricos por entonces, había pagado los estudios al político, de muy humilde extracción, éste nunca hubiese podido colocar a su amigo y benefactor, de entonces, de chófer a su servicio, ahora. Vueltas que da la vida.
Lo que les acabo de contar, dirán ustedes, es una bobada. Sin duda lo es. Aunque curiosa, no me lo nieguen. Y si se la traigo a colación es más que nada por seguir esa ortodoxia del relato que recomienda introducir con la anécdota antes de pasar a explayarse con la categoría. Me explico.
El caso es que vengo de pasar un par de días en Madrid. Paseando sus calles, comiendo en sus figones multiétnicos, viendo a cuatro generaciones de la familia... una verdadero estímulo para seguir. Madrid, con su tráfico tercermundista, sus obras interminables, sus bares abarrotados... ¿quién diría que está en crisis? En todo caso, como muy bien me apuntó la conserje del hostal: situación complicada. Situación complicada, iba cavilando yo cuando, refrescado ya, me tiré a la calle. No tardé en comprender en qué consistía la complicación. El tiempo que me llevó subir Zorrilla y doblar a Cedaceros. ¡Leches, qué pasa aquí!, me dije. Una fila impresionante de berlinas negras con los cristales de atrás ahumados ocupaba indebidamente toda la orilla izquierda de la calle de cabo a rabo. Y más en una segunda y anárquica fila. Y los chóferes, amigos de infancia de sus señorías, supuse, en animados corrillos, incordiando al viandante, en la acera adjunta. ¡Ya está!, pensé. La complicación es la que se encuentran cada día estos esforzados conductores de berlinas con cristales ahumados para saltarse la prohibición de aparcar en la calle Cedaceros. Y así, con el enigma ya medio resuelto, seguí mi camino sin rumbo predeterminado. Sólo quería hacer tiempo y ganas para comer. Bajé por Alcalá hasta Cibeles, seguí por Recoletos y, al llegar a Colón, decidí subir por los antiguos bulevares, hoy Génova. Buenos garitos por aquí, vive dios. Se nota la vecindad de los peperos. Me iba diciendo. Tanto tipo trajeado... ¡Leches, otra complicación! Estaba en la calle Zurbano. Allí, ni segunda ni tercera fila: simplemente estaba cortada al tráfico. Los coches negros y los corrillos de chóferes uniformados eran legión, pero no estaban solos. Las furgonetas antenadas de los medios desparramaban un reguero de cables multicolores por las aceras en dirección a lo que parecía un palacete. Me acerqué a husmear. ¡Jo, no vean! Puestos en semicírculo al pie de la escalinata había como cincuenta, o cien, que no sé, de lo que supuse eran periodistas. Con sus cámaras en ristre y toda la parafernalia que hace al caso. Una reluciente placa de latón a la puerta del jardín decía algo relacionado con el Fomento... luego, por la noche, me enteré de que se había celebrado allí una reunión importantísima. Trascendental para nuestras vidas. Y demás yerbas.
Situación complicada, sí. No hay aparcamientos suficientes para todas las berlinas oficiales de sus señorías. Y si no fuese porque muchos llevan de chófer a un amigo de la infancia dispuesto a lo que sea para que su señoría llegue a tiempo...
jueves
11 de marzo de 2010
De
grana y oro
Uno mira a su alrededor y, a primera vista, todo parece pura cochambrería. Algo así como todo abandonado a medio hacer. Íbamos como motos y, de pronto, un vahído nos precipitó contra el quitamiedos. Por eso estamos quebrantados. Y escayolados de arriba a abajo. Paralizados. ¡Una bendición!
No bromeo. Parar, por la fuerza o de grado, es condición previa para ponerse a pensar. Pensar, lo que tanto nos falta. Cuestionar viejas verdades. Irritar a los guardianes del templo. Enemistarse con los acomodados a la tradición. Digamos, para resumir, revolución ilustrada. Con un poquito, por qué no, de despotismo de los mejores.
El caso es que, miren ustedes por donde, algo de eso pudiera estar comenzando. Extraños ingredientes sirviendo de catalizador. Los toros y Cataluña. Dos espinas clavadas en el talón de España que le impiden avanzar. A mi modesto juicio, claro está.
Cataluña saca el tema a colación. ¿Con qué ocultas intenciones? Eso ya no importa. Lo que ahora cuenta es que los toros están el aire. Y con los toros, el centro de nuestra forma de entender la vida. La pasión, el cojonerismo, el todo a una carta. El desprecio del esfuerzo continuado, de la vida retirada, del trabajo sin finalidad. Torero, torero, torero. Tarde de triunfo. El mundo a tus pies. Incluso Ava Gadner. Ya lo dijo el clásico: no hay saber como el tener. Sobre todo, ya digo, si lo que tienes es a Ava Gadner. "¿A dónde vas?", le preguntó a Luis Miguel, recién que lo habían hecho. "A contarlo", respondió él sombrero en mano y con el paquete a punto de estallar.
A favor y en contra. Se debate. Hasta a Cervantes, traído por los pelos, sacaron a colación el otro día en Telemadrid. Para apoyar la fiesta, por supuesto. Prohibir, no prohibir. Uno no lo tiene claro. No me gusta ese espectáculo. Pero hay otros mil que tampoco. Por no hablar de los perros. Y no voy a querer que prohiban todo lo que detesto. Un poco de irracionalidad, o mal gusto, o diabolismo si quieren, aliña la insípida realidad. Y alimenta el arte. No sé. El caso es que se piense antes de hablar.
martes 16 de
marzo de 2010
Desde
la roca al diamante pasando por Pandora.
La contemporaneidad nos ha hecho impacientes. Queremos que la realidad se adapte a nuestros deseos desde ya. Por nuestra cara bonita. Como si fuésemos un dechado de méritos para el que la recompensa siempre se quedaría corta. De tanto codearse con los dioses hemos llegado a confundir nuestra propia naturaleza. Y, claro está, vivimos en la ignorancia de que el fuego no nos pertenece. Y así es que lo usamos sin asomo de respeto. Sin dejar de quemarnos. Y de vivir encadenados. Aunque no nos demos cuenta. Así de limitados somos.
Pues eso, que no nos queda otra que esperar a que los dioses del Olimpo se dignen enviar a un Hércules cualquiera que pase por aquí y dispare un dardo certero al águila que nos roe el hígado a diario.
Y mientras llega la ansiada liberación, los más tontos del lugar pasan el rato discutiendo acaloradamente sobre la mejor manera de estirar lo que no existe
miércoles 17
de marzo de 2010
Ahora sí
Les contaba el otro día acerca de una pareja de mirlos. Una bella historia que acabó en tragedia. Quizá lo que les mató fue la impaciencia. Quisieron adelantar la primavera por, quién sabe, quizás, urgencias fisiológicas. No paraban de requebrarse y eso, sobre todo con el frío, atonta. Y así fue que ella se estrelló contra el ventanal y quedó para el arrastre. Por la noche el gato de la vecina la remató. A la mañana siguiente apareció troceada sobre el césped del jardín. Y hay que ver lo que abulta un cadáver troceado. Un verdadero asco. Él, el mirlo, parecía desnortado. Viudo inconsolable al fin y al cabo. Dos días le respetaron los gatos. Al tercero, más carroña sobre el césped.
Es curioso. Hay gente que hace de su pretendido amor a los animales una especie de divisa. Como una declaración de su propia bondad. Un Sagrado Corazón que no les cabe en el pecho. Porque, dicen, el ser humano es el único animal que mata sin necesidad. ¡Valiente tontería! Los gatos de la vecina sin ir más lejos. ¿Por qué han matado a los mirlos? Desde luego que no ha sido por necesidad. Están más cebados que la Chona de Cueto. No, les han matado por simple y puro deporte. Porque matar lo que sea es lo que más les gusta hacer para pasar el rato. Y rato tienen un rato para urdir barrabasadas. Y, ya, no les voy a contar de los perros, otro animalito que no para de dar por el saco a todos menos a su dueño. Y porque suelen estar atados que si no... ya les digo, no se aventuren por el campo sin ir convenientemente armados so pena de sorpresas desagradables.
Pero ahora sí que sí. Esto es la primavera. Sol radiante, aire en calma... sólo el entretejido de estelas que dejan los aviones enturbia un poco la perfección. Y a rey muerto, rey puesto. Se fueron los mirlos y vinieron los carboneros. Más discretos que los mirlos, todo hay que decirlo. Con ese plumaje que les da un aire al cobrador del frac. Cambian continuamente de rama, ingrávidos, sin mirarse, como si pasasen uno de la otra y viceversa. Se están un rato en el melocotonero de la fachada a poniente y, luego, otro rato en el castaño a levante. Hasta que se cansan y quieren volver a empezar. Y entonces es cuando intentan una y otra vez, hasta mil, cruzar por el interior de las casa. Y topan con las cristaleras, pero no como los mirlos, sino suavemente. Incluso se demoran unos instantes revoloteando contra el cristal. Y vuelven a insistir. El ver de un lado al otro de la casa les desorienta. Y tardan en caer en la cuenta de que deben sobrevolar el tejado. Y entretanto, los gatos, ni aparecer. Curiosa selección. El carbonero no les debe de atraer. O, acaso, le consideran difícil. ¿Quién sabe? Los animales, esos misteriosos seres que inspiran al ser humano todo tipo de actitudes, maldades incluidas.
viernes 19 de
marzo de 2010
Como
si fuese español
Ayer, en Aguilar, cuando estaba pagando -tarjeta, DNI- la gasolina, va y me dice el mozo: "De Cantabria, ¡eh!". El tipo había investigado en mi documentación. "Bueno, sí, nací allí", le contesté sin la menor muestra de entusiasmo. "Qué pasa, que reniega de su tierra", dice. "No, ehhhhhhhhh", murmuro. "Eso es lo último... el lugar de nacimiento es lo más grande...". "Bueno, es que...". "¡Ah!, es que usted prefiere ser de donde pace". "Bueno, o de donde se aprende", dije sin saber muy bien a qué me estaba refiriendo. "Se aprende, se aprende", iba repitiendo por lo bajo el tipo cuando se dirigía a atender al próximo cliente. Me pareció, por su extraña sonrisa, que algo no le cuadraba.
Como he vivido en el País Vasco y en Cataluña, ese tipo de apreciaciones no me cogen en absoluto por sorpresa. Se de sobra hasta qué punto el pueblo llano anda huérfano de referencias personales que articulen su vida. Para ellos todo es la colectividad. Para uno de Aguilar, el Carnaval de la Galleta y cosas por el estilo. Para uno de Vic, la colla castellera. Etc.. Y los políticos conocen bien ese fenómeno y le aprovechan para sus fines. Chusma manda, que le dicen.
En fin, perdonen que les haya arrojado tanta basura a modo de prolegómeno. Voy al grano. Estoy seguro de que saben que la semana pasada unos pistoleros vascos mataron a un policía francés. Un triste suceso como tantos otros de los que se podría decir muchas cosas y extraer algunas dolorosas conclusiones. Pero dejemos eso. Lo que a mí me ha llamado la atención de todo este asunto ha sido la reacción de nuestro admirado Presidente. Ha dicho: "Lo he sentido tanto como si se hubiese tratado de un policía español". ¡Toma cosmopolitismo! ¿Lo habrá dicho en serio? ¿Habrá sido una declaración meditada? ¿Obedecerá a la sugerencia de alguno de sus asesores? En cualquier caso, confieso que me ha chocado. Esa vil manera de hacer distinciones. Como esa costumbre que han cogido políticos y periodistas de adjetivar de inocentes a las víctimas del terrorismo. Según tal debemos suponer que hay víctimas culpables. Y, según nuestro presidente, terruño obliga las preferencias afectivas. ¡Acabáramos! Seguro que el mozo de la gasolinera de Aguilar le ha entendido perfectamente. Entrañable en todo caso.
jueves 25 de
marzo de 2010
El
Pueblo del Libro
El caso es que uno ya no sabe a qué carta quedarse. Si se mira a lo más próximo, todo son toses, calenturas, dolores... la persistencia de un clima adverso añadida a la devastación espiritual propia de las crisis sin remisión, ha acabado por afectar gravemente a los sistemas inmunitarios de un personal que sólo encuentra consuelo esquilmando la botica. Pero si aprovechas los resquicios que te deja la patología para otear el horizonte ¿qué ves? Hay que echarle imaginación para encontrar alguna sustancia.
Por ejemplo, las oleadas de putas déferlant (precipitandose) sobre Barcelona con motivo de la Feria Alimentaria. O, un suponer, la alta política que está teniendo lugar estos días de espaldas a los ciudadanos: la oligarquía vasca está a punto de perder el control de su último portaaviones, IBERDROLA, en beneficio del capitalismo capitalino. Florentino Pérez y así. Pero todo eso y cosas por el estilo de indudable enjundia, por el catarro o lo que sea, me deja frío. Lo que de verdad me ha impactado y, de paso, movido a informarme con cierta profundidad en el tema, ha sido el viaje de Netanyahu a Washington a poner las cosas en su sitio o, si quieren, llamar al orden al master y magister de turno. ¡Pobre Obama! No sabe con quienes se ha ido a topar.
Desde luego que si hay algo en el mundo que debiera mover a reflexión es la propia existencia del Estado de Israel. No creo que pueda haber muchas formas mejores de enseñar humanidades que demorándose en la historia de esa, al parecer, para muchos incómoda realidad. Desde la más que probable inexistencia de una Nación Hebrea en ningún momento de la antigüedad, pasando por la inquietante diáspora de lo que se vino a denominar como Pueblo del Libro, hasta el contundente esplendor actual, hay tanta tela que cortar y tanto mito por deshacer que no es extraño que el personal prefiera, dadas sus perezosas neuronas, acogerse a simples cuentos de buenos y malos.
Palestinos e israelíes. Conviene darse una vuelta por la región antes de tomar partido. Porque si no me equivoco en lo único que sobrepasan los palestinos a los judíos es en el lujo de los barrios en donde viven los mandamases. En lo demás, lo que separa la edad media del siglo veintitantos. Y es que, comparados con nosotros los españoles sin ir más lejos, los israelíes nos sacan unos cuantos codos. Sus universidades, sus empresas. Por no hablar de su poder financiero que nadie sabe donde empieza y donde acaba. Sí, desde luego que no conviene equivocarse, cuando Netanyahu le dice a Obama lo que tiene que hacer con, por ejemplo, Irán, no le está implorando nada sino que, en plan Cisneros, le muestra sus poderes. Y Obama entonces tiembla.
Oye, y mira que está mal visto hablar bien de Israel. Y que no te importe que construyan en Jerusalén Este. Incluso que lo veas deseable.
viernes 26 de
marzo de 2010
Largas
noches del invierno oscuro
Que a mi puerta llamas, cubierto de rocío. No sé quién sería el que llamaba a la puerta de Santa Teresa, o de San Juan de la Cruz, o del místico de turno, las largas noches del invierno oscuro. Pero sí sé quién es el que llama a la mía y no precisamente cubierto de rocío. Es el tedio. El tedio seco y opresivo que trae aromas de muerte. La vida sin sentido, sin nada que hacer por ti ni por nadie. Peligrosos destellos de racionalidad que aproximan a la verdadera dimensión del ser. Insignificante en definitiva. Apenas una pretensión de influir en el incierto futuro. Una ilusión de entender la anatomía del caos. Un delirio grandilocuente de diosecillo patizambo. La verdad, nada de lo que blasonar, ni tampoco de lo que asustarse.
Salir corriendo, acaso, a consumir lo que sea. Aunque sean caridades. O culturas. O naturalezas primigenias. O, ¿por qué no?, guerras. Mi guerra particular. Contra mi estúpido yo. Hasta que consiga vencerme. O aprender a abandonarme.
Decía Shopenhauer:
"Al tormento de nuestra existencia contribuye no poco también el hecho de que el tiempo nos urge continuamente, no nos deja tomar respiro y está detrás de cada uno como el severo maestro con la palmeta. El tiempo no es agobiante ya sólo para aquel que se ha abandonado al aburrimiento."
O a la vaguería, añadiría yo, para mejor entendernos.
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