martes, 12 de enero de 2016

lunes 9 de febrero de 2009

La maldición de la tierra



Durante mucho tiempo pensé que la maldición de la tierra eran esos tipos que habiendo tenido todos los medios a su disposición se habían negado a estudiar. Pronto les podías ver por ahí subidos en su quads, venga a meter ruido y destrozando lo poco de capa vegetal que le queda al monte.

Pero no me importa reconocer que me equivoco con frecuencia. Y la de los tipos en quad fue una. Son una panda de imbéciles impresentables, pero la verdadera maldición son los que estudiaron, incluso con brillantez, y luego les arrasa la inteligencia el fanatismo, es decir, la incapacidad absoluta para ponerse en el lugar del otro.

Reconozco que podría estar equivocándome otra vez, pero pretendo basar mis juicios precedentes en
este artículo que no me atrevo a calificar por no caer en lo mismo que condeno. Fíjense en el nivelazo. Uno, ministro y tal, va y dice: Tu cuerpo es tuyo, eso es socialista. Entonces va el otro, El Estudiante de Salamanca, para entendernos, y trata de demoler el aserto con el siguiente argumento: <<... el apotegma del bueno de Bernat -el susodicho ministro- se basa en la negación de una instancia divina que pueda determinar lo que podamos hacer con nuestro cuerpo.>> ¡Genial! Entre imbéciles anda el juego.

Viene toda esa polémica a cuento de que hay una pobre chica en Italia en estado vegetal y unos quieren desconectarla de los aparatos para que su familia deje de sufrir y otros que no hay que dejarla morir.

¿Dejarla morir? ¿Cómo saben ellos que está viva? Hace no sé cuantos años que tiene el electroencefalograma plano. Nada pasa por su cerebro que no es otra cosa que una papilla informe.

¿Y tú cómo lo sabes?, me dirá alguien muy justificadamente. Pues, la verdad, ya digo, nunca descarto estar en el error, pero en este caso apoyo mis juicios en la experiencia habida durante el tiempo que ejercí como responsable de una unidad de cuidados intensivos dedicada a los enfermos en coma. Y lo que allí aprendí sobre todo lo demás se puede resumir así: sobre ciertas cuestiones que tienen que ver con lo transcendente de la vida no opines hasta que no te veas en el trance decisivo. Dicho más claro: si no tienes un familiar amarrado a un respirador y con el cerebro desconectado, mejor te callas y dejas hacer a los concernidos.

Sí, la dichosa experiencia que a falta de mejor lógica debe fundamentar los juicios. La experiencia de los familiares concernidos pidiéndote con el doble lenguaje de los temerosos que hagas algo para acabar con su suplicio. ¿Y ésto va a durar mucho? Y preguntas por el estilo con tono compungido y expresión de angustia en el rostro.

Intolerancia, ganas de fastidiar al prójimo, de someterle aunque sea al absurdo con tal de que no pueda ser libre. Eso es, cuestión de libertad, la bestia negra de los cobardes, ignorantes, acomplejados... como esos nacionalistas gallegos que ayer se liaron a palos con unos tipos que sólo querían hablar en la lengua que les enseñaron de niños en su casa y en la escuela.

No sé, pero todo esto me güele muy mal y siento cierto malestar por lo que parece pudiera deparar el futuro a los que vienen detrás. Ayer al leer
este sesudo artículo
pensaba en los "ocultos resortes de la historia" que decía mi admirado Tucídides. Si, quizá con la caída del muro comenzó el retroceso de las democracias. Y lo que incordian los nacionalistas y demás calaña de intolerantes no es sino los prolegómenos que anuncian la hecatombe final. Deseo con todo el alma equivocarme.

 

martes 10 de febrero de 2009

Un juez, no como los otros.

Ya les conté una vez lo harto que estaba de ver los temblorosos glúteos del Juez Garzón cuando sube al trotecillo los escalones que dan entrada a la Audiencia Nacional. Verle y venirme a la memoria aquello de "un repique de broquel pa ojear unos garzones", todo es una. Sería muy trabajoso esclarecer tal asociación de ideas, así que lo dejaré para más apropiada ocasión. Garzón, un juez que no es como los otros, pero no aseguraría yo que en el mejor sentido. Para mí que entre trotecillo y trotecillo se le ve la patita delatora de la ideología que le desliza con frecuencia a añadir a su condición de juez la categoría de parte. Es decir, no como los otros, porque toma partido por una opción política concreta, lo cual, como no podría ser de otra manera, le hace estar siempre en el "candelabro". Un coñazo de tío, para empezar, y mal ejemplo social, a mi juicio, para terminar. En fin, mejor pasar de Garzones, que ya sabemos que siempre los habrá porque la ambición de los mediocres suele crear tal tipo de monstruos flatulentos.

Bueno, perdonen ustedes la introducción que ni siquiera sé si viene a cuento, pero es que uno oye la palabra juez y es inevitable que se presente en el magín el interfecto... bueno, todavía no lo es, pero con tanto trotecillo...

El caso es que ayer por la noche estuve viendo el programa Tema de la cadena Arte. Versaba, en esta ocasión, sobre la violencia juvenil en las ciudades europeas. Para empezar, emitieron un par de reportajes que bien se los podrían haber ahorrado. Estamos todos hartos ya de saber mil anécdotas al respecto. Gangs que aterrorizan los barrios, navajazos en las discotecas, violaciones, amenazas y leches a los profesores, otro tanto con los padres... el pan nuestro de cada día. Un aburrimiento. Pero, entonces, cuando ya estaba a punto de abandonar, vino el tercer reportaje. No tardó ni dos minutos en engancharme. Se trataba del seguimiento durante una semana por un equipo de televisión al juez de menores de Granada, Don Emilio Calatayud. Después me he enterado de que tal programa había sido emitido en TVE. En
Linea 900. Si no lo han visto y tienen un rato échenle una ojeada porque merece la pena. Y ya, si quieren rematar, no se pierdan esta Lección Magistral que, de verdad, a mi juicio, lo es. Imprescindible para quienes tengan hijos o nietos y no quieran tener mala conciencia si la necesidad les ha obligado a darles un pescozón.

Bueno, me dije, no todo es mierda en España. Hay gente que hace las cosas como debieran hacerlas todos si las cosas fueran como debieran ser. O como Dios manda, que dirían otros.
Un juez aplica las leyes. Y las leyes tienen letra y espíritu. Y el juez que lo sabe, actúa en consecuencia. Cuestión de caletre. No juzgan delitos, juzgan a delincuentes. De la misma manera que un médico no cura enfermedades sino a enfermos. Y cada delincuente es un caso punto y a parte. Lo mismo que no hay dos enfermos iguales. Ergo, ni dos sentencias iguales, ni dos tratamientos ídem.

En fin, no sé, porque puede que Garzón también tenga en cuenta el espíritu de las leyes cuando hace lo que hace que tanto da qué hablar.

martes 17 de febrero de 2009

No es por nada, pero...

Me envía Antonio el siguiente mensaje con el ruego de que lo reenvíe:
Reenviadlo aunque no os interese, entre todos puede salir un hogar para estos cachorros.
Pero quien quiera quedarse con ellos recuerde que es una responsabilidad muy grande, porque crecen y viven entre diez y veinte años dependiendo de la raza. Y las vacaciones no son lo mismo, y hay que sacarles a hacer sus cosas aunque haga frío y sea muy temprano y hay que levantarse antes de la hora normal de ir a trabajar, hay que vacunarles, a veces se ponen enfermos...
Un perro es el mejor amigo que uno puede tener pero hay que pensar si nosotros estamos dispuestos a estar a la altura de esa amistad, si es así... nos veremos recompensados con creces, no hay nada mejor que llegar a casa y saber que hay alguien que tiene ganas de verte y te da una inmejorable bienvenida, no te juzga, no te tiene en cuenta tus errores, te acepta tal y como eres... También es inmejorable la forma en que siempre hay alguien que te da los buenos días (y pide que le saques a hacer sus cosas antes de irte a trabajar, por muy temprano que sea y mucho frío que haga).
Adoptar un cachorro no debe ser un capricho, es una gran responsabilidad. Pero quien decida asumir esa responsabilidad tendrá algo en su vida que no podrá reemplazar por ninguna otra cosa. El amor de un perro es el más sincero y más desinteresado. Esperemos que estos cachorros tengan suerte.

Bien, es una forma de ver las cosas. Ésta es otra. Porque resulta que no es oro todo lo que reluce ni todos los dueños de perros son civilizados. Vivo rodeado de ellos, verdaderas fieras corrupias que no cesar de ladrar día y noche y mostrar un odio sin límites al que pasa a menos de treinta metros de donde ellos están. Siempre anda uno temiendo que se suelten y hagan cualquier desgracia. De hecho el número de gente que ha sido mordida por uno de esos canes es cuantiosa, pero callan porque no esta bien visto criticar el suceso y, además, si lo haces, te tratan de cobardica. O de falta de cojones, como es preceptivo en los pueblos. Un encanto. Y luego, las cagadas por doquier. Aunque reconozco que eso ha mejorado.

"Si no muerde", suelen decir los dueños con tono perdonavidas. "Ya, pero me asusta", le contestas. Y el dueño calla, aunque piensa que eres un mierda gilipollas, porque ¡a fin de qué no va a tener él derecho a asustarte todo lo que quiera! ¡Faltaría más! Me han contado mis hijas que en Londres se ha puesto de moda entre los jóvenes tatuados salir a pasear con perros gigantescos de los considerados altamente peligrosos. Lo llenan todo de cagadas e impiden el normal disfrute de las familias en los parques. Ha habido cientos de debates sobre el tema, pero el lobby de los perros... ya saben, intocables.

En cualquier caso me gustan los perritos. Los pequeños, quede bien claro. Y tendría uno si no fuese por las cuestiones logísticas que se plantearían en mis frecuentes desplazamientos. De hecho, había una perrita en una casa de aquí al lado que en cuanto me veía emprender el camino del monte se sumaba gozosa a la excursión. Y me alegraba el paseo con sus continuos caracoleos y atenciones. Pero al dueño no le debía de gustar nada esa amistad a sus espaldas y un buen día desapareció la perrita y apareció en su lugar un perrazo que ladra como un poseso cada vez que paso por allí.

Para qué querrán esos perros, me pregunto. Como guardianes no sirven para nada porque cualquier caco conoce mil formas de neutralizarlos. Solo hay que entrar en internet y buscar en "ahuyentadores de perros". Para mí que no es otra que una forma de mostrar su odio a la humanidad, perrazo mediante.

En fin, ya puestos, espero que "la crisis" en curso también sirva para poner un poco de cordura en todo este maldito asunto de la intromisión de los perros en las vidas privadas de los que no tienen nada contra ellos, pero tampoco están a favor de su omnipresencia. Y menos, cuando es amenazante. Tan frecuente.

viernes 20 de febrero de 2009

Acidez de estómago

Dice mi querido Arcadio que la cocina tradicional le produce acidez. A mí también. Lo cual no quita para que de vez en cuando me zampe un cocido o cualquier otra ordinariez de esas que te obligan a pasar la tarde en plan boa tendida al sol después de haberse tragado un buey. Y es que la vida es nada si yugulas en origen todas las pulsiones suicidas y arrebatos animalescos que liberan la tensión acumulada y permiten recuperar el equilibrio que es la base de la vida placentera. Y no es que lo diga yo, que eso ya lo dijo hace mucho Freud y todo el mundo le dio la razón.

A decir verdad, a mi la comida me importa bien poco. Si tengo hambre, ingiero cualquier cosa. Lo importante es que no me de problemas. Ni de preparación ni de digestión. Por eso me forro a ensaladas. Son baratas, digestivas y se preparan en un momento. Y luego no quedan olores. Lo demás son monsergas. Más allá del aporte calórico, el placer de una comida es la compañía. Bien acompañado, cualquier comida es exquisita. Lo siento, soy así y no puedo hacer nada para remediarlo.

Y por todo esto que les cuento es por lo que me cuesta entender todo el rollo que hay montado alrededor de la comida. Hoy, por ejemplo, como quería escribir de esto, me he parado un rato en un programa de TVE. Salía un cocinero que era como para matarle. Ha agarrado una magnífica rodaja de merluza, la ha frito, luego flameado con coñac, ha añadido nata que ha tardado lo suyo en reducirse, porque tenía que reducirse, luego ha añadido unas almejas previamente guisadas, después unos langostinos cocidos... no me he enterado cómo ha acabado la cosa; me imagino que como una zapatilla de esparto. Y pensaba en aquellos cogotes de merluza que comíamos en Guetaria cuando íbamos al Festival de Jazz de San Sebastián. Apenas habían estado unos minutos junto a las brasas. Con chacolí, y toda la peña... aquello si que era fiesta.

Y luego voy y leo que los Reyes están en Miami rodeados de cocineros para promocionar la cocina española. I+D. Dichos cocineros, vestidos de tul ilusión, han presentado un menú "cuajado de propuestas atrevidas, algunas de ellas arriesgadas, pero todas llenas de creatividad y refinamiento".

"gazpacho de cereza con nieve de queso, anchoa y pistacho"

"rape con berberechos y perlas de aceite (obra de Subijana)"

"carrillera de ternera asada al vino tinto con ensalada de pepino y yogur" (la ensalada de pepino y yogur era un humilde homenaje a la Reina Sofía, de origen griego)

"Como dulce corolario, Torreblanca confeccionó el huevo de chocolate Bigas Luna con queso ricota de vainilla y te Matcha, regado con cava Freixenet Reserva Real"

Desde luego, lo que es tener estudios.

martes 24 de febrero de 2009

Por algo se empieza



He aquí algo sensato. Que el Estado de las Autonomías es un verdadero lastre para el bienestar de los españoles es algo que casi nadie se atreve a decir, pero que cada vez más gente piensa. El Estado de las Autonomías es el que hace posible que un señor como el de la foto de arriba, en vez de estar limpiando culos para hacer honor a su profesión, esté paseándose en superyate y, supongo, hablando de negocios de altos vuelos con algún pájaro de cuenta. Pájaro que, por ser del noroeste, nos hace, sin proponérnoslo, ponernos en lo peor. Planeadoras y todas esas cosas. Ya saben a lo que me refiero.



Y luego la otra foto.
Un señor ha decidido tomarse la justicia por su mano. Y es que ya va para cuarenta o cincuenta años que los españoles la dejamos en las del Estado con los resultados de todos conocidos. Un señor que supongo se acaba de ganar las simpatías de millones de ciudadanos. Y que de todo corazón espero haya marcado la linea entre el antes y el después. Y, mientras tanto, las fuerzas vivas del pueblo se manifiestan para hacer ver que están indignados. Indignación, lo que reviste de respetabilidad a un imbécil, que dijo Nosequién. Pero no nos engañan. Ellos están allí para agradecer a ETA su trabajo. Saben de sobra que sin los atentados terroristas ellos estarían en la cadena de producción, arrastrando camillas y trabajos por el estilo. Muy dignos, sí, pero tremendamente molestos. Y luego, ese detalle entrañable del vídeo: "Te van a caer ocho años, le dice un erchaina erigido en juez al detenido. No por nada, sólo para que se sepa de que lado está cada uno. En fin. Las Autonomías. Ese prodigio de la ingeniería política.


sábado 28 de febrero de 2009

Aquellos viejos cacharros.

Se acabó la fiesta sobre las ruedas. En realidad ya hace mucho que más bien es pesadilla, pero al ser humano la inercia le anubla la mente haciéndole seguir y seguir y seguir en sus trece hasta que un terrible batacazo le hace caer en la cuenta de su propia tontería.

Y luego dicen que la crisis es porque los bancos prestan sin preguntar, o porque Bush montó una guerra, o porque "la China es vecina". Paparruchas todo. El problema es que nos hemos hecho mayores y no nos importa aceptar que estábamos equivocados respecto a ciertas verdades incuestionables. Automóvil y libertad, por ejemplo. Mayor automóvil, más libertad... algo en lo que ya sólo creen los más catetos del lugar.

El coche, sí, por mucho que traten de evitarlo los gobiernos y fabricantes, se va cayendo de la lista de objetos deseables. Cada vez más, sólo resistirá en la medida que sea imprescindible. Lugares donde no hay medios de transporte colectivo y así. Y siempre reducidos a su mínima expresión de volumen y gasto.

Y detrás del coche vendrán otras piezas, ¡no les quepa duda! Las casas, por ejemplo. Volverán a ser la cueva en donde uno se protege de los elementos y punto. Y uno irá y las alquilará allí donde sea que le apetezca o tenga necesidad de estar en determinado momento de su vida. Llegará, conectará su ordenador y ni siquiera se le pasará por la cabeza la idea de propiedad. ¿Propiedad? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que nadie te lo puede quitar, acaso? ¿O que si estás en lo tuyo la cabeza te funciona mejor? Y los orgasmos duran más.

No sé, porque el futuro siempre es imprevisible. Pero somos humanos precisamente porque podemos sospechar cómo será. Y mi sospecha es que lo de tener cosas va a perder fuelle. Porque tener es un lastre. O plomo en las alas, que también se dice. Y lo bonito es volar.

 

 

 

domingo 1 de marzo de 2009

Para que no se escapen las ideas

Anoche, si no otra cosa, sí, por lo menos, se pudo ver uno de los mejores programas de humor por nunca jamás emitidos en una televisión pública. Fue en la televisión oficial del gobierno vasco. Allí todos sabían que están en un tris de perder el empleo. O mejor dicho, el momio. Y eso les aguzaba el ingenio. Ingenio, todo hay que decirlo, de niños consentidos.

La canónica imparcialidad debida al oficio de moderador exigía en este caso de ciertos excesos verbales de todos conocidos. Ya saben, esos que por su mántrica reiteración han venido a convertirse en verdades incontrovertibles que todo lo justifican, incluida la bomba lapa. Y allí estaba un tal Alberto Sotillos, ministro que fuera en los gobiernos de González, con una sonrisa medio sardónica tratando de contraargumentar las salvas de puerilidad de tal guisa: "bueno, sí, claro, eso que decís, en tal caso, vamos a ver, si así fuese, pero no..."

¡Tremenda constatación, compañero!, que diría un castrista. Cuando ya parecía que era para siempre, vienen estos españolistas y nos lo quitan. Esto no es democracia ni nada. Y Madrid para arriba, Madrid para abajo, como conjurando a los demonios. Sólo faltaron las ristras de ajos.

¡Dios mío, en manos de quienes estamos en este país! Esto de ningún modo creo que se corresponda con la realidad sociológica, o como se diga. Aquí hay gente, mucha gente de valía. La prueba son las muchas cosas que funcionan. Y, sin embargo, esa gente mandando... mi caletre no da para resolver esa ecuación. Sin duda necesito estudiar más.

viernes 6 de marzo de 2009

Medalla de oro

Paco Camino y José Tomás devuelven conjuntamente sus Medallas de Bellas Artes. Una noticia que merece estar en la primera página de todos los rotativos. Porque de verdad que sí que es sorprendente. Y no porque la devuelvan, desde luego, sino porque a algún político descerebrado se le hubiese ocurrido concedérsela. ¡Nada menos que a las Bellas Artes¡ Si hubiese sido la medalla a los Cojones Hispánicos, vale, lo entendería. O a la promoción de la industria turística. O a la preservación de las tradiciones carpetovetónicas. O a la exaltación del riesgo innecesario. Pero poner tal actividad en el mismo rango que la que practicó Fidias, o Velázquez, o Cervantes, o Falla... un verdadero despropósito.

Y una provocación. Porque, a los anteriormente citados, nadie, absolutamente nadie, les pone reparos. Hasta las piedras reconocen su genialidad. Cualquier medio es bueno para promocionar su conocimiento que nadie duda repercute en beneficio de un mundo mejor. Pero a los toreros, ¡madre mía!, qué no decir de la extendida repulsa que suscita su "cojoneril arte". Y que nadie se ampare, cuando digo esto, en la no menos repulsiva actitud de nacionalistas vascos y catalanes cuando opinan al respecto. Nada que ver. No por españolista si no por riesgo innecesario, violencia gratuita, espectáculo macabro, etc..

El hombre y la bestia. ¡Qué bella metáfora! Trabajé años en un hospital para mineros silicóticos. Ellos también se habían enfrentado a la bestia y salieron malparados. Pero nos proporcionaron energía a precio de saldo. Y apenas les estuvimos reconocidos y a nadie se le ocurrió colgarles medalla alguna. Y como los mineros, podría citar un montón de profesiones que obligan a jugársela a diario a cambio de un modesto ir tirando por la vida.

En fin. Qué pena tener que andar todavía con estas zarandajas. Como si no hubiese nada mejor de lo que hablar. Sin ir más lejos, ayer
El diario del Nanbanjin nos remitía a un artículo que les recomiendo no perderse. España contra el principio de realidad. Y a favor del cojonerismo, añadiría yo.

domingo 8 de marzo de 2009

Explosión de juventud

He aquí un artículo que me parece la mar de interesante. Interesante, quiero decir, si por ventura llegasen a leerlo con atención todos esos transidos de amor cósmico que van a las manifestaciones pacifistas tocados con la kefiya palestina.

En realidad es un asunto que entienden hasta los niños, claro está, siempre y cuando no hayan ido a la catequesis. Ya sabemos lo que son las catequesis de todo tipo. Te hablan de "instancias divinas", "pueblos elegidos", "derechos inalienables" y, en los casos más desesperados, "todos los hijos que Dios quiera"... que ya vendrán los simpáticos europeos a echarte una manita con lo de los biberones.

Los hijos, una bendición de Dios, a condición, bien sur, de disponer de los medios económicos que se precisan para proporcionarles una buena educación. O sea, que, salvo millonarios, uno o dos a lo sumo. Y a partir del tercero, incubas monstruos a nada que te descuides.

Al respecto es muy interesante lo que ha pasado en Irán. Paradójicamente, los ayatolas pusieron en marcha unos planes de control de la natalidad que si nadie lo remedia van a ser la causa de su perdición. Últimamente, con motivo de algún aniversario, se han podido ver muchos documentales sobre ese país. La impresión que he sacado es que el sistema está a punto de saltar por los aires. Uno o dos hijos por familia que como no han podido dedicarse al botellón se han entretenido formándose en las universidades. Y ahora ansían la libertad para desarrollar las capacidades adquiridas. Aquello, créanme, esta lleno de Almodóvares. Pero en plan exagerado. Y cada azotea es un vivero de parabólicas. No hay pueblo en la tierra mejor informado.

En fin, ya lo tengo dicho más de una vez en este blog, cargarse de hijos es la venganza de los miserables. Convendría hacer algo al respecto. Un gas esterilizante, quizá.


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